Martín se suma al proyecto con su original lenguaje plástico, en el que los libros ocupan un lugar protagonista y a los que se refiere como objetos que almacenan y registran tiempo y espacios, con carácter universal, esencia antropológica y testigos del pensamiento humano. En palabras de la comisaria de la muestra, Carmen Espinosa, conservadora jefe del Museo, estamos ante «una exposición muy personal e íntima. Una colección de inquietudes».
Para Martín, “el proceso creativo siempre parte de una preocupación conceptual, de una intuición. Es decir, del deseo de suscitar en el espectador un inicial impacto visual, perceptivo, del cual, sin embargo, siempre descienden inevitables reflexiones y preguntas sobre nuestro entorno social y cultural y sobre nuestra relación con el pasado, el presente y el futuro”.
El titulo de la muestra, Archivo 113, que cuenta con la colaboración de la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, hace referencia al expediente asignado por la Comisaría General del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional (SDPAN), abierto en 1939, a los bienes que formaban la colección artística de José Lázaro Galdiano.
Guerra y expropiación
Al inicio de la Guerra Civil, la Colección Lázaro, como otras muchas, fue expropiada por la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico y depositada para su conservación, en nombre del Estado, en diversas instituciones como el Museo Arqueológico Nacional, el Museo de Arte Moderno, el frontón Jai-Alai o la Biblioteca Nacional, donde se recogió y guardó la importante colección de manuscritos, impresos y libros reunidos por el mecenas.
Este expediente, custodiado actualmente en el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), contiene la mayoría de las actas de devolución de las obras que en esos momentos formaban la Colección Lázaro y constituye el contexto elegido por Martín para esta edición de Reinterpretada.
La documentación conservada en el Expediente 113 “se aproxima a la historia más cercana a la creación del Museo Lázaro Galdiano. Es como el inventario previo que permite que esta institución exista como tal”, afirma la comisaria.
Las piezas seleccionadas en esta ocasión, al igual que el resto de la colección, han sido testigo de muchos acontecimientos, fueron elegidas en un momento determinado por un coleccionista y, con el transcurso del tiempo, han pasado a ser patrimonio de todos, convirtiéndose cada una de ellas en una obra de museo sometida a las normas museológicas y museográficas.
La documentación de este Expediente es para la artista madrileña una pieza más de la Colección Lázaro y representa la recuperación de una memoria particular que pasa a ser memoria colectiva. Esta relación de objetos de diversas materias artísticas, esta acumulación de información, de datos, de referencias fotográficas, la pone en paralelo con la colección de colecciones que constituye el museo.
Ejercicio individual
Para Alicia Martín, “reinterpretar esta colección es un ejercicio individual, semejante al de subrayar; hay que elegir y optar por unas cuantas piezas con las que te identificas, que en mi caso han sido algunos objetos suntuarios, la pintura de Los Disciplinantes o la enigmática tabla del Salvador adolescente, atribuida a Giovanni Antonio Boltraffio, que es la imagen de esta exposición”.
Los libros y la artista –este binomio no podía faltar en Archivo 113– se necesitan, se equilibran. Los libros, vehículos de cultura, cobran una nueva vida en sus esculturas, son una prolongación de la propia artista y abandonan sus contenidos para convertirse en objetos plásticos que inundan los espacios del museo y el jardín. “Una invasión espacial y visual que incita a la reflexión y perdurará en la memoria”, sugiere la comisaria de la muestra.
Además es también un homenaje al apasionado bibliófilo y editor que fue José Lázaro. Algunos de sus libros, como el Sueño de Polífilo (1499), obra del gran impresor renacentista Aldo Manuzio, o la traducción latina del Tratado astronómico- matemático de Claudio Ptolomeo, publicado en Basilea en 1541, se exponen junto a las obras de la artista.
La muestra abarca todas las salas del museo, incluyendo el parque que rodea el edificio, en donde se emplaza la obra Jardines, enciclopedias que emergen de la tierra y reciben al visitante.