Eritaña. Esta producción fue estrenada el 28 de abril de 1960 por Antonio y su Ballet Español en el Liceo de Barcelona. Isaac Albéniz compuso Suite Iberia al final de su vida, entre 1905 y 1909. Eritaña forma parte del cuaderno nº4 y se estrenó el 9 de febrero de 1909 en París, tres meses antes de su fallecimiento. Su fuente de inspiración son las sevillanas. Eritaña se nutre de los pasos de las sevillanas boleras y su forma de ejecución durante el siglo XIX. Una de las obras imprescindibles para entender la danza española en su camino hacia la excelencia por medio de la estilización coreográfica.
Zapateado. Se cumplen setenta años desde que Antonio estrenara su versión de Zapateado, de Pablo Sarasate, su solo más célebre. La interpretación que hizo Antonio es una delicia. Para él, bailarlo “es como acariciar el suelo, hay que hablar con los pies, no dar patadas”. En las últimas décadas lo han bailado los primeros bailarines de las compañías que contaron con el arte de Antonio, pues es pieza de repertorio que va pasando de generación a generación, como pasa con las obras clásicas.
Ritmos. Alberto Lorca dedicó esta coreografía a Encarnación López “La Argentinita”. Baile sin argumento. Recreación visual en una pura abstracción de la danza. Un espectáculo donde la simetría se convierte en arte con el devenir de sus cinco movimientos. El taconeo rítmico, las vibrantes piruetas y el carácter de las castañuelas crean toda una muestra de sonido y movimiento.
El sombrero de tres picos. El estreno de su versión original, coreografiada por Leonide Massine, fue en el Teatro Alhambra de Londres, el 22 de julio de 1919, por los Ballets Russes de Serge Diaghilev. El histórico empresario, con su gran olfato para reconocer el talento, le encargó a Manuel de Falla que reescribiese su ballet-pantomima El corregidor y la molinera, de 1917, creado para orquesta de cámara.