La exposición, comisariada por Joaquín Vaquero Ibáñez y organizada por la Fundación ICO con el patrocinio de la Fundación EDP, permite descubrir la obra artística realizada por Vaquero Palacios en las centrales eléctricas de Salime (1945-1955) –uno de los mejores ejemplos de arquitectura industrial española adscrita al Movimiento Moderno–, Miranda (1956-62), Proaza (1964-68), Aboño (1969-1980) y Tanes (1980).
Murales, esculturas, mobiliario, diseño industrial –en solitario o con la colaboración de su hijo, Joaquín Vaquero Turcios, también arquitecto y artista– e incluso la arquitectura, convierten a Vaquero Palacios en un artista polifacético que fue capaz de transformar las enormes estructuras de estas centrales en auténticas catedrales industriales del siglo XX.
La muestra que el Museo ICO presenta tiene como objetivo fundamental sacar a la luz y descubrir uno de los patrimonios industriales más destacados y a la vez más desconocidos del panorama contemporáneo español.
El recorrido comienza con una introducción sobre el personaje y su entorno, tanto desde el punto de vista vital, familiar y creativo, como geográfico, a través de mapas que sitúan y localizan dentro del ámbito asturiano cada una de las centrales, a las que se dedican sendos capítulos individuales.
90 fotografías de Luis Asín y un amplio trabajo audiovisual a cargo de Juan Vaquero, ambos realizados especialmente para este proyecto, junto con cuadros de Joaquín Vaquero Palacios, fotografías de época, planos originales, bocetos, maquetas, libros y diversos elementos de diseño industrial, entre otras obras, conforman esta exposición que pretende narrar una etapa muy concreta dentro de su vasta producción, la correspondiente al periodo comprendido entre 1954 y 1980, años en los que desarrolla su estrecha colaboración con Hidroeléctrica del Cantábrico.
Para Joaquín Vaquero Ibáñez, comisario y nieto del artista, la escala ha sido uno de los principales retos de la exposición: “Hablamos de presas construidas mediante millones de toneladas de hormigón que conforman interiores descomunales y gigantescos; saltos de agua excavados en montañas de roca viva a los que se accede a través de túneles infinitos; salas de turbinas donde podrían convivir varios aviones de línea regular… Las dimensiones de estos espacios escapan a nuestra percepción cotidiana”.
Obra únicas y singulares
Joaquín Vaquero Palacios fue arquitecto, pintor y escultor. Su padre, Narciso Hernández Vaquero (1866-1964), fue director y presidente de Hidroeléctrica del Cantábrico durante casi medio siglo, y responsable de la central de La Navia y de los primeros avances en el abastecimiento energético de la ciudad de Oviedo. Durante ese proceso, Joaquín, muy pequeño entonces, le acompañaba en sus viajes en tren, coche y mula, empapándose del paisaje asturiano, de su luz, color y escala.
Joaquín estudió arquitectura en Madrid y compaginó, de manera brillante, la actividad pictórica y arquitectónica con un hambre insaciable por conocer y por experimentar a partir de sus innumerables viajes. Años después, los responsables de Hidroeléctrica del Cantábrico le encargaron los trabajos de integración artística de la presa de Grandas de Salime (realizados entre 1954 y 1960), el primero de una serie de proyectos realizados en España con carácter de “obra total” que combinaban ingeniería, arquitectura, pintura, diseño y una escenografía perfecta para crear una obra única y singular, de dimensiones faraónicas.
A Salime le seguirán los trabajos llevados a cabo en las centrales de Miranda, Proaza (donde acometió el desarrollo global del proyecto, arquitectura incluida), Aboño y Tanes.