Alfaro encuentra una nueva forma de expresión con una serie de obras realizadas sobre soporte de alucubond (chapa metálica de acero inoxidable utilizada en fachadas) en torno a volúmenes cúbicos. Los colores, primarios y llamativos, se convierten en códigos de lenguaje, señales y naturalezas con sus escenarios de luz. En cada obra se proyectan emociones. Formas y colores son medios para llegar más a un concepto de verdad que de belleza: “no es cuestión de entender, es cuestión de emocionar”, como él mismo explica.
Su mirada se fundamenta en la contemplación: «Necesitamos ojos para el sentimiento más que para el entendimiento». Las figuras volumétricas tienen un sentido deductivo guiado por el equilibrio y el color. Lo importante es transmitir el concepto, todo el trabajo previo a la materialización de la obra en el soporte elegido. Otro elemento importante es la enmarcación: «Intento dominar el espacio y crear un marco a modo de ventana que envíe al espectador a mundos exteriores, como hacía Bacon».
Y en la preeminencia del color encuentra su intimidad, la necesidad vital, el inconsciente de su carrera como interiorista y la felicidad del acto pictórico. «Me quedo solo y juego con mi libertad».