Sempere es una figura solitaria entre las corrientes artísticas de su tiempo. Alejado del informalismo y el romanticismo, se interesó en planteamientos poéticos, el neoplasticismo, el eclecticismo y el clasicismo. Como explica el director del Museo, Manuel Borja-Villel, el uso de elementos seriales y normativos le convertían en la síntesis de la figura del carpintero y el electricista.
En su trayectoria artística su larga estancia en París durante la década de los cincuenta marca un punto de inflexión. Allí descubre a artistas como Kandinsky, Klee o Braque, que le subyugaron. Pero fue el orden abstracto de Mondrian el que más le influyó.
Como indican las comisarias de la muestra, Carmen Fernández Aparicio y Belén Díaz de Rábago, el movimiento es la clave de su obra. El mismo Sempere decía que sus obras parecían bailar. Y en esta proximidad al cinetismo, la geometría lírica de Sempere escapa a la vertiente cinética más clásica y fría, de ahí que no participase en la exposición Le mouvement, organizada por Vasarely en la Galerie Denise René en 1955. Ese mismo verano, el artista alicantino manifestó en el Salon des Réalités Nouvelles la impronta de la luz en su concepción artística. «Incluso en sus obras más rompedoras se percibe su deuda con la luz de los clásicos», puntualiza Carmen Fernández Aparicio.
En la exposición se establece un orden cronológico que incluye recortes de prensa, gouaches, delicados relieves luminosos, pinturas y móviles concebidos para que el espectador participe activándolos. La tridimensionalidad emerge de la bidimensionalidad. Todavía fuera de nuestras fronteras, Sempere dijo: «El ambiente artístico español me era extraño. Seguía siendo un solitario. Comprendía que mi trabajo era una pequeña isla en el mar embravecido de las manchas de color».
Al regresar a España en 1960 opta por formatos más grandes en tabla, pero es un viaje de seis meses por Estados Unidos cuatro años después donde alcanza su madurez pictórica sintetizada en el collage. En perpetua búsqueda, realiza un proyecto de IBM que no se llegó a materializar, con poesía de Julio Campal y música de Cristóbal Halffter.
Entre 1969 y 1972 llegó a trabajar con computadora en el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid (actual Complutense). Las últimas salas reflejan la progresiva depuración formal del artista, cuyas líneas y figuras geométricas de extraordinaria meticulosidad y perfección se mezclan con estructuras de acero. Además se incluyen dos vídeos de 1977 y 1984 donde se muestra a Sempere trabajando en directo.
La preparación de este proyecto expositivo ha durado dos años y ha contado con la colaboración del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), la Fundación Juan March, el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante, la Fundación Caja Mediterráneo y el Museo Reina Sofía. Tras su paso por Madrid, la muestra viajará a la nueva sede del IVAM en Alcoy.