Como hacía Claes Oldenburg, Quiñones convierte cualquier objeto en un símbolo de su época, eliminando sus funciones y significados habituales, y haciéndolo siempre con ese sentido del humor gaditano que le caracteriza.
El tamaño, los materiales y la conversión de la materia son características fundamentales de este escultor. Imágenes que resultan de una evocación de la realidad, una burla y una sátira , sin llegar a serlo totalmente.
En sus primeras obras en mármol, que empezó a realizar tras su trabajo como escultor en una empresa de importación y exportación de esta piedra, se puede encontrar una influencia posmodernista, como en sus fusionados homenajes a Giacometti y Klein. Tras haber experimentado con varios estilos y técnicas de escultura en piedra, utiliza la técnica florentina pietre dura, basada en incrustaciones de piedras semipreciosas en mármol.
Inmerso en esta metodología reinterpreta el trabajo de la piedra de un forma contemporánea. Helados, hamburguesas, cupcakes resurgen de la piedra para transmitir esa ironía que el artista rememora de su infancia, cuando su madre le decía a él y a sus tres hermanos: “con la comida no se juega”, y que hoy y desde la sátira, vuelve a hacerlo jugando con ella y con la piedra.