Esta joven artista profundiza en su investigación las posibilidades de resignificación que pueden ofrecer estos objetos de desecho sin valor aparente: elementos, a menudo fragmentarios, que se presentan como testigos de las pautas de comportamiento y consumo de nuestra civilización contemporánea y que son sometidos a un orden basado en sus cualidades matéricas y estéticas.
Sus propuestas germinan a partir de una fuerte raigambre filosófico-literaria en la que Georges Perec se impone como uno de sus principales referentes. Este escritor francés plantea en La Vida: instrucciones de uso (La Vie mode d’emploi, 1978) una sucesión de descripciones que, articuladas según el arte combinatorio, se convierten en una apasionante forma de describir el universo partiendo únicamente de los elementos hallados en una casa. La artista se apropia de esta metodología y la adapta a su campo de trabajo con el fin de “dar una falsa apariencia habitable al Infinito”.
Otro de los pilares fundamentales de su discurso artístico es Jacques Derrida y, más concretamente, su reflexión en El pensamiento arquitectónico (1986) sobre la deconstrucción como una forma de construcción relacionada con la escritura y con el lenguaje. Siguiendo esta línea de pensamiento, algunas de sus piezas establecen relaciones morfológicas entre el objeto y la letra que contribuyen a esa resignificación de lo que, en otras circunstancias, no sería más que un material de desecho.