Organizada por el Museo de Arte Moderno de San Francisco (SFMOMA) en colaboración con Fundación MAPFRE y comisariada por Erin O’Toole, la muestra incluye 114 fotografías, una de ellas realizada en 1971 en el Parque del Retiro de Madrid, divididas en ocho secciones: Fotógrafo de calle; La ciudad como tema; Rodeo drive; Ausencia y presencia; Ruinas urbanas; Señales y huellas; Descartes e Imágenes filtradas.
En la presentación de la retrospectiva, que incluye algunas imágenes no expuestas hasta ahora, ha participado el propio artista, satisfecho con el resultado «porque, tal como se ha estructurado, permite al visitante un acceso más íntimo a las fotografías. Una lectura más próxima que acerca a la reflexión sobre lo que está viendo».
Nadia Arroyo, directora del Área de Cultura de Fundación MAPFRE, destaca su mirada respetuosa con todo lo que fotografía y Erin O’Toole, comisaria de Fotografía del SFMOMA y de la exposición, hace hincapié en su carácter innovador: «Nunca se atasca en un surco. Busca nuevos retos. Siempre sale de su zona de confort para crear nuevas perspectivas, de modo que propone un conjunto inusualmente variado de fotografías que permanecen unidas por su arrebatadora belleza formal y por su compromiso sutil con temas sociales contemporáneos”.
Autodidacta
Hijo de mexicanos emigrados, Hernandez pasó su infancia en la calle. Mientras sus padres trabajaban, su madre en una planta de envasado de carne y su padre como maquinista, Anthony se divertía al salir del colegio jugando o explorando rincones cercanos de la ciudad. “Nunca me cansaba de caminar de un lado a otro mirando, mirando”.
Sin formación específica en fotografía ni estudios superiores, convertirse en artista fue un regalo, una circunstancia improbable debido a sus orígenes. En principio nada preveía su futuro como fotógrafo pero el hecho de recibir un manual de fotografía básico de manos de un amigo cambió su destino. Comenzó a realizar sus primeras tomas y cuando fue destinado a Vietnam, en donde sirvió año y medio en la sanidad militar, su tía fomentó su interés enviándole al frente una suscripción a la revista Artforum, “cuyas imágenes me impactaron y me llevaron a la actividad en la que sigo”.
Tras sus inicios en la década de los 60 en el contexto de la gran tradición estadounidense de fotografía de calle, su obra rápidamente evolucionó hacia otro tipo de planteamientos técnicos y estéticos.
En la primera parte de su trayectoria trabajó la fotografía en blanco y negro, poniendo el énfasis en la figura humana. Pasó del formato de 35 milímetros al gran formato y a partir de 1984 viró hacia la fotografía en color, excluyendo a las personas de sus imágenes hasta llegar a fotografiar detalles casi abstractos.
Su trabajo en diferentes series, que abarcan varios años, mantiene la coherencia gracias a su mirada dura y directa, pero llena de belleza formal. En la actualidad sigue mostrando interés por cosas o lugares que no parecen destinados a ser fotografiados.
Los Ángeles
Hernandez desarrolló un particular estilo fotográfico adaptado a las peculiaridades de Los Ángeles, a su belleza desolada y a sus crecientes extensiones de asfalto y cemento. Le atraían los patrones antes incluso de coger su primera cámara.
Como contó él mismo, desde edad muy temprana podía fijarse en el efecto de los rayos del sol reflejados sobre el asfalto, en la textura del barro y en los trozos de basura que se acumulaban entre las malas hierbas en los callejones. Ya de adulto y como fotógrafo, nunca ha buscado cosas convencionalmente hermosas, sino que ha encontrado poesía visual en zonas urbanas deprimidas y potencial estético en lo abandonado, en lo descartado.
En sus imágenes urbanas, Hernandez huye de todo cliché capturando con su cámara a los ciudadanos anónimos, invisibles, que pueblas las calles, bien esperando los autobuses o sumidos en placeres sencillos con los que sobrellevar su vida diaria.
Desolación
Tampoco rehúye temas tan desoladores como la falta de hogar, los desahucios o la desesperanza de los afectados por las crisis. Pero sus imágenes van mucho más allá del documento social pues en toda su obra se mantiene un interés por la belleza formal y la composición: “Sea cual sea el tema sobre el que trabajo siempre he buscado, busco y seguiré buscando la belleza”.
Uno de los grandes logros de la fotografía subversiva y reflexiva de Anthony Hernandez, como también se ha destacado en la presentación de su retrospectiva, es que ayuda a pensar de modo diferente sobre los lugares y las personas que nos rodean, así como de las consecuencias de nuestra forma de representarlos.
En la actualidad, como artista consagrado, continúa trabajando con tesón entre Idaho y Los Ángeles, una ciudad que como él mismo repite, “siempre ha sido mi gran estudio”.