Ahora, esta nueva exposición analiza el actual estado generalizado de ansiedad y desorientación de la sociedad. Los cambios que se han producido en los últimos años debido al desarrollo de las tecnologías de la información aún no se alcanzan a comprender a fondo y la inestabilidad se ha convertido en una característica distintiva de nuestro tiempo. Este contexto líquido, individualmente transparente y sistémicamente opaco, que alimenta, cautiva y capta la atención para generar beneficios, se traduce en sentimientos de angustia e inquietud que a menudo se materializan en actitudes adictivas, alienadas, nihilistas o paranoides. Al definir la subjetividad como una postura integrada en la colectividad, el presente proyecto refleja diversas perspectivas que ponen de relieve las disonancias actuales, imaginando formas alternativas de llegar a ser.
Este proyecto, dirigido por João Laia, se desarrolla en tres niveles paralelos e interconectados: como exposición, como programa de performances y como publicación.
La exposición, que crea una experiencia fluida y polifónica, analiza cuestiones como el impacto y la supervivencia de los esquemas de la Guerra Fría en la infraestructura de la tecnología digital (Emma Charles); la influencia de los algoritmos y la programación en los entornos sociales (en varios artistas pero de una forma directa en Clemens von Wedemeyer); las dicotomías de confinamiento y libertad (Joanna Piotrowska); los patrones de dependencia y las interpretaciones paranoides de la realidad surgidos de una incesante interacción con la tecnología (Tomasz Kowalski y Sofía Reyes); las condiciones concretas e inmateriales en las que circulan los cuerpos (June Crespo y M Reme Silvestre); la acción reguladora combinada de la imagen, el lenguaje y el sonido (Pedro Barateiro y James Richards & Leslie Thornton); el carácter efímero de las funciones y los significados asignados a las cosas (Nicolas Lamas); la auralidad como medio para superar los modos de expresión y representación dominantes (Evan Ifekoya); la asociación y la poesía como vías para especular con nuevas formas de comunicación (James Richards); los procesos físicos, biológicos y económicos como metabolismos (Pakui Hardware), y la tecnología como fuerza animista compartida por humanos y no humanos (Korakrit Arunanondchai).
Las performances ofrecen experiencias que intensifican algunas de estas cuestiones. Rabih Mroué analiza cuestiones como la política inherente a las imágenes en movimiento obtenidas en Internet; Pedro Barateiro proyecta un estado entre lo humano y la máquina, envuelto en diversos sonidos que evocan composiciones de ambiente, manifestaciones políticas y eventos con alfombra roja; Evan Ifekoya explora el océano como archivo, la meditación y el eco como encuentro afectivo en el contexto de la negritud, la sociabilidad y la herencia, todo ello difractado a través del prisma de la vida nocturna y el trauma queer; Teatro Praga propone la subjetividad, la comunidad, la política y las luchas como estructuras de código abierto que incluyen agendas ecológicas y queer; Alex Baczynski-Jenkins examina la política queer a través del deseo, la intimidad y el amor, materializando una mediación coreográfica entre el afecto, el deseo, la distracción y la pérdida. Y, por último, Pakui Hardware guía a los espectadores por los caminos de la medicina regeneradora, el biocapitalismo, el chamanismo y las criaturas marinas inmortales. Esta última performance tendrá lugar el 18 de mayo y también formará parte del programa del festival Gelatina.
En cuanto a la publicación, reúne textos de Paul B. Preciado, Erika Balsom, Holly Childs, Jonathan Crary, Sonia Fernández Pan, Jussi Parikka y Flaviu Rogojan, que entran en diálogo con imágenes del universo de la exposición y del programa de performances. En este sentido funciona como un mapa y como una extensión de la constelación del proyecto.
En conjunto, Ahogarse en un mar de datos busca ofrecer un registro de los procesos de cambio expresivo y perceptivo que actualmente están en curso, especulando posibles posturas generativas frente al caótico flujo de información que se vive hoy en día.
Sobre la publicación
Abre con las especulaciones de Jussi Parikka sobre cómo la imagen del futuro debería trascender la visualidad y desarrollar un campo de representación ampliado que incluya capas de percepción no visibles y táctiles. El texto de Erika Balsom describe el potencial de las imágenes en movimiento como forma de oposición al actual escepticismo relativista y de la posverdad y defiende el documental como la herramienta visual más adecuada para analizar el mundo. Jonathan Crary estudia cómo, en el contexto actual de la dependencia de las interfaces digitales, el ojo humano se ha convertido en foco de estudio y de recopilación de datos. El texto de Flaviu Rogojan, que ocupa el centro del libro, intercala los códigos de diversos cheats, o trampas, de juegos digitales, citando en clave de humor el libre flujo y la estructura abstracta codificada de la tecnología digital y del valor económico. A continuación, le seguirá el régimen “farmacopornográfico” de Paul B. Preciado, en el que la subjetividad sexual está gobernada por procesos biomoleculares (farmaco-) y semiótico-técnicos (-pornográfico). Sonia Fernández Pan explora la agencia corporal y simbólica de la música tecno, presentada como una posibilidad de resistencia frente a la hiperconectividad, la representación y el control, además de como un medio de apertura a lo accidental y la otredad. Por último, Holly Childs presenta un uso ampliado del confeti como agente-entidad-imagen-objeto que incluye y combina diversas cuestiones abordadas en la publicación, como la fragmentación, la programación, la biología y el ADN, el lenguaje, la moda, la economía y los regímenes representacionales pixelados.