La muestra hace un extenso repaso a la historia de lo que hoy es Irán, que abarca desde la primera presencia humana en la zona, hace unos 300.000 años, hasta la islamización en el siglo XVIII de nuestra era. Tres salas vertebran el recorrido que comienza por el Paleolítico y la Edad del Bronce, con una selección de piezas coronada por una flauta en hueso del 6.200 a.C., así como ancestrales testimonios de escrituras o cerámicas del Neolítico.
El visitante percibe aquí un olor sutil y evocador, pues el MARQ ha incorporado por primera vez un material natural a base de hojas y flores para crear un entorno sensorial similar al de la lejana Persia. Las vitrinas están forradas con musgo, hojas o margaritas, entre otros elementos especialmente tratados para desprender un aroma natural.
Pero, sin duda, uno de los tesoros más relevantes de la exposición es el Ritón de oro, un gran vaso ceremonial que forma parte de un grupo de veinte joyas de oro y preside la segunda sala dedicada a la antigua Persépolis, entre finales del siglo VI aC y el IV aC. Junto a esta valiosa obra de arte también se pueden admirar los Bronces de Luistán, una colección que incluye diversos instrumentos y armamento.
Por último, la dinastía Sasánida –en la alta Edad Media– y el período islámico centran la tercera estancia de la muestra. Un extraordinario ejemplar de Corán del siglo VI, platos con bajorrelieves de plata o esculturas de la época son algunas de las piezas más relevantes de esta sala.
La selección incluye dos réplicas de dos metros de altura de las estatuas de Darío el Grande –sin cabeza– y de un Príncipe Parto.
De los orígenes a las primeras dinastías
Tras una breve referencia a la primera ocupación humana, en la exposición se disponen cerámicas milenarias y otros elementos del Neolítico, fenómeno cultural que tiene uno de sus puntos originarios en los montes Zagros. La línea del tiempo conduce al complejo desarrollo en la Edad del Cobre, sobresaliendo piezas que testimonian la complejidad de las transacciones y del nacimiento de la escritura, que luego caracteriza la Edad del Bronce, cuando Irán atiende un complejo mapa cultural.
Sorprenden los vasos y pesos labrados en piedra clorita de Jiroft o los collares con cuentas de piedras semipreciosas. En un sugestivo juego de luces se descubren al final del cuerpo principal de la sala, y sobre el suelo, motivos antropomorfos y zoomorfos de uno de los vasos pétreos. Por la escritura que le caracteriza, Elam fue el inicio de la historia, con capital en Susa y un desarrollo milenario.
Bajo el gobierno del gran rey
Se muestran en primer término los Bronces de Luristán y otros elementos característicos de la Edad del Hierro y última fase de la Cultura Elamita. Separados de ese conjunto, dos vasos de oro testimonian los ricos ajuares que se conformaron desde la entrada de los pueblos indoeuropeos.
Por su enorme trascendencia cultural se destaca la dinastía aqueménida, que conformó el primer gran imperio de la historia. Darío I, la ciudad de Persépolis y la inscripción colosal y trilingüe de Behistún son referencias principales de un montaje con piezas que recuerdan la enorme importancia que tuvo el Imperio Persa.
En el plano religioso se representa a Ahura Mazda, dios supremo del zoroastrismo. A modo de colofón se descubre cuidadosamente iluminado el gran ritón de oro, vaso cónico típicamente iranio.
De Persia a Irán
En esta sección se exponen contenidos relacionados con la ocupación del territorio por parte de griegos y partos. La impactante escultura de un príncipe parto separa esas épocas del posterior esplendor del Imperio Sasánida, de cuyo floreciente desarrollo es muestra un disco de bronce profusamente decorado. En el centro de la sala, rompiendo la linealidad del techo, se sitúa el gran Corán bajo una cúpula mostrando un antes y un después en la historia de Irán con la llegada del Islam.
En esta época el patrimonio cultural iraní se extenderá desde el Mediterráneo hasta el Mar de Aral lo que se muestra en las influencias de sus cerámicas, orfebrería u objetos de vidrio salidas de los talleres de Isfahan. La cerámica safaví, con clara influencia china, muestra la gran red de intercambios comerciales que caracterizó la época.
Monarquía Hispánica
El recorrido finaliza con un anexo expositivo que aborda el vínculo que Irán mantuvo con la Monarquía Hispánica en el s. XVI, cuando los Austrias establecieron estrechas relaciones con el Imperio Safaví. Para reforzar esta alianza estratégica se intercambiaron embajadas que dejaron una intensa relación diplomática conservada en el Archivo General de Simancas cuyos facsímiles se exponen, entre la que destaca la del año 1599, en la que participa Oruch Beg Bayat, más conocido como don Juan de Persia, y la encabezada por el primer embajador de la monarquía española en Irán, don García de Silva y Figueroa, que se convierte en una de las personalidades más destacadas de la corte safaví.
El museo alicantino se encuentra inmerso en un proyecto para exponer alrededor de trescientas de sus piezas en el Museo Nacional de Irán entre septiembre de 2019 y marzo de 2020.