Y no es la primera vez. En los últimos tiempos han pasado por el teatro madrileño actores muy conocidos protagonizando versiones atrevidas de obras de corte más bien clásico, a fin de atraer a un público expectante de novedades, pero que, al mismo tiempo, se fía de quien conoce y de ese matiz inconfundible que guardan los títulos más populares.
Eso sí, ‘maquillan’ la puesta en escena, quitan faldas largas y delantales, y tras pasar por ‘chapa y pintura’ adaptan el clásico a las necesidades culinarias de nuestros días. Apuesta de ingredientes que combina mensajes profundos con personajes conocidos, un ‘adaptación de…’ en el libreto y, no podía faltar, una pizca de escenario explosivo… La fórmula mágica del Teatro Español. Localidades agotadas.
Otro ejemplo fue el de Jane Eyre, protagonizada por la gran Ariadna Gil, que estuvo en cartel tres semanas el pasado mes de octubre. Escena blanca y minimalista. Luz tenue. Sin amago de recordar una época anterior. Abriendo el texto a las luces actuales, quitándole casi el sentido al momento y lugar en el que se inspiró la obra de Charlotte Brönte.
Pero no gustó la fórmula mágica. Una vez más, este teatro apostaba fuerte por el poder que tienen los clásicos para situarnos en un drama moderno y de estética rompedora, trasladándonos, eso sí, a un tiempo indeterminado, quizá guiado por esa idea fuerza que dicta que las ‘grandes verdades de los grandes clásicos son atemporales’.
Y volviendo la vista atrás aparece a principios del año pasado otro ejemplo. También (casualidad) en el Español. También (casualidad) una nueva adaptación. Esta vez del Ángel exterminador de Luis Buñuel. En la dirección (casualidad), Blanca Portillo.
Y la locura se apodera de una historia de por sí alocada. Actores correteando entre el público, modernura a raudales, vestuario colorido y, –¡ah se me olvidaba!–, un botafumeiro que desciende del techo mientras un obispo ofrecía algo parecido a una homilía desde el escenario. La guinda del pastel.
En Mrs. Dolloway, como recursos estrella, una cortina de flecos cayendo del techo, al igual que unos cuantos cientos de rosas rojas (aún no entiendo para qué). Como tampoco que de repente se dirijan al público para dar un concierto y, acto seguido, volver a escena (y aquí no ha pasado nada…).
No se sabe si estamos ante una ola de surrealismo a lo Español. Si el público necesita el reclamo de los fuegos artificiales para llenar las salas. O es que está todo inventado y debemos volver la vista para resucitar obras valiosas maquillándolas con brillantina. ¿Mi respuesta? No hay clásico que necesite brillo para volver a ver la luz.
Optaría por reformular la receta, a todas vistas no tan ganadora, y pedir un poco de teatro del bueno. Ese de escena intimista con dos personas desconocidas filosofando de la vida y que engancha sin obligar a desconectar porque quién sabe qué está cayendo de las alturas. Una incongruencia entre lo que se cuenta y cómo se cuenta que confunde más que acompaña al espectador.
Que regrese a las tablas del Español el teatro (esperamos lo próximo, L´homme de La Mancha). Sin artificios, con fondo. Que no busquen y cambien lo que bien está.
Mrs. Dolloway es una coproducción del Teatro Español y KVS Bruselas.
El encuentro con el público tendrá lugar el día 11 de abril tras la representación. Podrá asistir cualquier persona que interesada (entrada gratuita hasta completar aforo). Presenta y modera Almudena Grandes.