Masats es seguramente el fotógrafo más brillante y conocido de su generación. Llegó a la capital catalana en 1955 y aquel mismo año ingresó en la Sociedad Fotográfica de Cataluña, uno de los cenáculos más destacados de la fotografía oficial, nacida del tardo-pictorialismo. Así le recordaría después Xavier Miserachs: “Impulsivo y vital, llegó a la Sociedad sin formación estética propia, pero tenía un instinto extraordinario. Ningún prejuicio teórico coartaba su aproximación a la realidad. Jamás he vuelto a encontrar a alguien que comprendiese tan rápidamente para qué sirve una cámara”.
A estas cualidades, Masats añadía una rotunda seguridad en sus propias percepciones, una visceral aversión por lo solemne y pretencioso, una capacidad excepcional para captar el inagotable espectáculo de la vida y un sentido irónico y transgresor, que marcaría luego su mejor fotografía. Pronto fue consciente de que su camino estaba en el reportaje. De hecho, fue el primer gran reportero de su generación, el que con mayor talento supo atrapar en el cristal de sus cámaras la cambiante realidad del país.
De los iniciales años sesenta son sus primeros y más admirables trabajos, como Los Sanfermines (1957-1962), que ha llegado a convertirse en una verdadera cumbre del reportaje fotográfico de su tiempo, un hito luminoso que contribuyó de manera decisiva al cambio fotográfico iniciado por entonces en España.
De aquellos años es también el espléndido libro Neutral Corner (1962), quizás el más rotundo e irreprochable de su autor, en el que ofrece una visión deslumbrante del sórdido universo del boxeo, poblado de seres marginales que luchan por su menguada parcela de esperanza en los arrabales de las grandes ciudades.
El deslumbramiento producido por estos libros, por el excelente Viejas historias de Castilla la Vieja (1964) y otros trabajos publicados en semanarios gráficos, como Gaceta Ilustrada, Destino y Actualidad Española, le convirtieron en el reportero más brillante de su generación.
“Pocos fotógrafos –escribió Carlos Saura en aquellos días de oficio compartido– me han dejado una huella tan profunda como Ramón Masats. No creo equivocarme si digo que con él se actualiza, renueva y moderniza el concepto de reportaje en España. Es uno de los grandes fotógrafos de este siglo, y no exagero”. Ante sus cámaras fue pasando una España casposa y epilogal, en trance de desvanecerse ante la contaminación del turismo y el infortunio de la emigración. Una España maltrecha, con sus ulceraciones y desgarraduras, pero también con su magia y su misterio.
Otras inquietudes profesionales le acercaron a partir de 1965 al cine y la televisión, donde ha dejado trabajos excelentes como las películas El que enseña (1965) y Topical Spain (1970), y series televisivas ya clásicas, como Conozca usted España (1966), Los ríos (1966) y Raíces (1971).
En 1981 volvió a dedicarse plenamente a la fotografía, aunque las nuevas exigencias editoriales le llevaron a utilizar casi exclusivamente el color, procedimiento que utiliza con una envidiable solvencia profesional, filtrada tras largos años de oficio y proximidad a la nueva cultura visual. En estas fotografías depura su mirada, la serena, como se hace presente en los nuevos trabajos editoriales. Pero cuando el Masats maduro recupera su vieja pasión de reportero los resultados son fascinantes, como esas fotografías cargadas de hechizo e intuición reunidas en Desde el cielo a España (1988) y Toro (1998).
Las obras de Masats que se muestran en la sala de fotografía del Museo corresponden, mayoritariamente, a sus primeros grandes reportajes –Los Sanfermines, Neutral Corner y Viejas historias de Castilla la Vieja–, pertenecientes a los fondos del autor en la colección fotográfica de la Academia de San Fernando.