La exposición, compuesta por 72 obras procedentes del Prado, el Rijksmuseum y 15 prestadores más -el Mauritshuis de La Haya, la National Gallery de Londres o el Metropolitan de Nueva York, entre otros-, propone una reflexión sobre las tradiciones pictóricas de España y los Países Bajos.
Los pintores reunidos en esta exposición trabajaron en un contexto histórico y político poco conocido para muchos españoles, pero mítico en Holanda. En 1568 se iniciaron una serie de revueltas en los antiguos Países Bajos contra Felipe II.
Las rebeliones, lideradas por la nobleza local y encabezadas por Guillermo de Orange, dieron origen a la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648). De ella surgieron dos territorios, precedentes de los actuales reinos de Bélgica y de los Países Bajos. El segundo, que solemos denominar Holanda, es el que nos ocupa en esta exposición.
Algunos cuadros pintados allí y en España en el siglo XVII trataron el conflicto, generalmente con intención propagandística. Entre ellos se encuentran La rendición de Breda, de Velázquez (h. 1634, Museo del Prado), y La ronda de noche, de Rembrandt (1642, Rijksmuseum).
¿Excepcionalidad?
El nacimiento del nuevo país llevó a muchos historiadores a insistir en su excepcionalidad, y a afirmar que esta se manifestaba en su pintura. Sin negar sus peculiaridades, la pintura holandesa comparte rasgos fundamentales con la realizada en los territorios de la Monarquía de la que se independizó.
Si bien la historiografía artística, especialmente la holandesa, las ha considerado como esencialmente divergentes, la muestra busca confrontar los mitos históricos y las realidades artísticas de ambos ámbitos, y reflexionar sobre los numerosos rasgos que comparten. Para comprobar estas similitudes cuenta con destacadas obras de artistas como Velázquez, Rembrandt, Ribera, Frans Hals y Vermeer.
Miradas afines invita al público visitante no solo a disfrutar de la calidad y relevancia de las piezas que la componen, obras de algunos de los pintores más admirados de Europa en el siglo XVII, sino también a establecer puntos de comparación entre ellas.
Nacionalismo
Durante mucho tiempo ha parecido lógico pensar que el arte realizado en diversas partes del continente era muy distinto: que Velázquez, por ejemplo, es “muy español” y Rembrandt “muy holandés”. Esta apreciación parte de la desmedida influencia que la sensibilidad y la ideología nacionalistas de los siglos XIX y XX han tenido en nuestra forma de entender el arte.
Los estudiosos de esa época concedieron gran importancia a lo que cada nación tenía de diferente, y se extendió la idea de que esas diferencias se manifestaban en el arte. Ese punto de vista minimiza los rasgos comunes que comparten los artistas europeos.
El caso de la pintura española y holandesa del siglo XVII es sintomático. Separadas por la guerra, su arte se ha interpretado tradicionalmente como contrapuesto. Sin embargo, el legado de la pintura flamenca e italiana, cuya influencia define toda la pintura europea, se interpretó de forma similar tanto en España como en Holanda.
En ambos países se desarrolló en el siglo XVII una estética alejada del idealismo e interesada por la apariencia real de las cosas y la forma de representarla. Los artistas cuyas obras se muestran en esta exposición no expresan en ellas la esencia de sus naciones, sino que dan voz a ideas y planteamientos que compartían con una comunidad supranacional de creadores.
Esta muestra, comisariada por Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura flamenca y Escuelas del Norte hasta 1700 del Prado, cuenta con el patrocinio de la Fundación AXA.
“La unidad de la pintura de Occidente es uno de los grandes hechos que hacen manifiesta la unidad de la cultura europea”
José Ortega y Gasset
“Ni Velázquez, ni Vermeer, ni otros pintores de la época expresaron en su arte la esencia de sus naciones, como se ha afirmado frecuentemente, sino unos ideales estéticos que compartían con una comunidad supranacional de artistas”
Alejandro Vergara, comisario de la exposición