Con Rivas se produjo una renovación del medio, contribuyendo a su consideración como un lenguaje artístico de pleno de derecho. Su obra abarca tanto paisajes como retratos, clasificación sin embargo con la que nunca se sintió cómodo y a la que nunca quiso someterse. Creador de una nueva forma de documentar, sus imágenes buscan plasmar la huella del tiempo y de la memoria con un estilo sobrio y sencillo que invita al diálogo y a la reflexión con el espectador.
La selección de imágenes, con más de 180 obras –todas ellas reveladas por el propio Rivas– y material de archivo, aborda su trabajo a lo largo de una trayectoria que comprende desde los años sesenta del siglo XX hasta el año 2005.
Argentina
Humberto Rivas se inició como dibujante y como pintor de la mano de Rubén Corrado, director de la agencia de publicidad en la que Rivas entró a trabajar en 1956, y amante de la pintura. También por esos años tuvo su primer contacto con el cine, pero no sería hasta 1973 cuando filmara su único cortometraje.
Durante la década de 1960 participó en varias exposiciones de pintura. En 1967 llegó a obtener una segunda mención en el premio George Braque, otorgado en Buenos Aires, y ese mismo año el MoMA adquirió un dibujo suyo, Autorretrato desesperado (1966).
Pero al tiempo que se dedicaba a la pintura practicaba la fotografía. Entre 1956 y 1960 formó parte del Grupo Forum, desde donde, partiendo de la aplicación de las ideas del fotógrafo alemán Otto Steinert y sus ideas sobre la fotografía subjetiva, se insistió en la importancia de la fotografía como medio de expresión, más allá de lo documental.
Los miembros del grupo reivindicaron la condición de arte para la fotografía y la de artista para los fotógrafos. Rivas entraba así en contacto con principios como los de la libertad de creación individual, la indagación visual y el recurso a la experimentación, que darían lugar al establecimiento de un lenguaje fotográfico propio y reconocible.
Entre 1970 y 1971 trabajó como fotógrafo en el Teatro Municipal General San Martín de Buenos Aires, y entre 1970 y 1973 en el Centro de Investigaciones en Comunicación Masiva, Arte y Tecnología, al tiempo que abría su propio estudio de fotografía donde realizaba trabajos publicitarios.
Un personaje vital en su evolución fue el fotógrafo ruso Anatole Saderman, que en 1930 había llegado a Argentina, donde adquirió prestigio con sus retratos de artistas y personas reconocidas de la sociedad. Saderman tenía una manera muy propia de entender el retrato que Rivas siempre destacó.
En 1972 realizó con María, su mujer, y la escritora Nelly Schnaith un viaje al norte de Argentina, a las localidades de Tucumán, Salta y Jujuy. Allí realizó una serie de fotografías que posteriormente tituló Norte. Fotografió de manera espontánea aquello que llamaba su atención, registrando sin saberlo los distintos temas sobre los que volvería posteriormente: el travesti disfrazado, los muros resquebrajados, retratos de los habitantes del pueblo y paisajes entre la bruma del amanecer o al atardecer.
Barcelona
En 1976 llegaba a Barcelona procedente de Buenos Aires. En la ciudad condal funcionaba desde 1973 la galería Spectrum, único espacio en España en el que se mostraba fotografía. Entre el joven grupo de fotógrafos que exponían allí estaban Toni Catany, Pere Formiguera, Manel Esclusa, Josep Rigol y Joan Fontcuberta, quienes buscaban una alternativa al documentalismo que predominaba en el contexto fotográfico de los años cincuenta y sesenta.
El fundador de la galería fue Albert Guspi, junto con su mujer, Sandra Solsona. Guspi, importante dinamizador de la cultura fotográfica en España, puso además en marcha en 1975 el Grup Taller d’Art Fotogràfic, que funcionaba, entre otras cosas, como escuela de fotografía; y, posteriormente, en 1978, crearía el Centre Internacional de Fotografia Barcelona, que funcionaría hasta 1983.
El ímpetu de los jóvenes fotógrafos reunidos en torno a Spectrum, a los que se unió Humberto Rivas, buscaba llevar la fotografía al estatus de obra de arte y en consecuencia alcanzar para el fotógrafo la consideración de creador de imágenes desde una visión subjetiva y personal, en un momento en el que, pese a la existencia de importantes revistas centradas en esta visión, como AFAL y Nueva Lente, no podía hablarse de fotografía creativa (como tampoco existía un mercado), lo que obligaba a la referencia constante a fotógrafos norteamericanos y europeos.
Rivas conectó enseguida con Guspi, quien el mismo año de la llegada del argentino le ofreció participar en el Taller Mediterráneo de Fotografía, celebrado entre julio y septiembre en Cadaqués. Posteriormente le invitó a exponer en Spectrum en dos ocasiones durante el primer semestre de 1977. Con estas exposiciones se dio a conocer en el pequeño pero motivado mundo alrededor de la galería. Seguidamente se vinculó como docente al Grup-Taller d’Art Fotogràfic, donde impartió un seminario sobre el retrato. Entre sus alumnos estaba Manolo Laguillo, quien se convertiría en su amigo y con el que, en los años siguientes, saldría a fotografiar la Barcelona periférica.
El color
La fotografía a color moderna se basa en varios procedimientos de revelado: el cromogénico, mediante el cual se obtiene una copia positiva en color a partir de un negativo en color, y el Cibachrome, marca comercial con la que se conoce este procedimiento de copia directa de positivo a positivo, es decir, de una diapositiva a un soporte fotográfico, que en este caso es de poliéster y no el tradicional de papel.
Con la aparición del Cibachrome en España, a principios de los ochenta, Rivas abandonaría el procedimiento cromogénico a favor del primero, que utilizaría en la realización de una serie de paisajes urbanos centrados preferentemente en esquinas y tiendas cerradas, en su mayoría tomados en 1986 con cámara de medio formato. En estas imágenes se ven las características habituales de sus paisajes urbanos: señales de tráfico, paredes desconchadas, fachadas pintadas. Elementos todos ellos que remiten a la huella del pasado y la memoria. La técnica del Cibachrome le ofrecía mayor estabilidad de la imagen y mejor calidad cromática, pero implicaba altos costos y generaba mucha contaminación.
Para Rivas, los años 1996 y 1997 fueron muy importantes en cuanto a su reconocimiento como artista. En 1996 ganó el Premio Artes Plásticas de Ciudad de Barcelona y en 1997 el Premio Nacional de Fotografía.
Esta retrospectiva, fruto de tres años de trabajo, presenta su producción de manera cronológica contando con préstamos de copias de época en su mayoría procedentes del Archivo Humberto Rivas (Barcelona), así como de las principales colecciones y museos que albergan obra suya: MNAC, IVAM, Fundació Per Amor a l´Art, MNCARS; Fundació Foto Colectania y Fundación MAPFRE.
Un fotógrafo, un proyecto
Humberto Rivas fue un artista de un solo proyecto: sus fotografías, ya fuesen retratos, paisajes o bodegones, fueron el resultado del trabajo compacto y coherente que desarrolló a lo largo de su trayectoria.
Aunque en su producción apenas se observan cambios en el planteamiento conceptual, en lo que se refiere a su aspecto formal se pueden destacar algunas variaciones técnicas que influyen en las características de su obra.
Mientras que para las arquitecturas utilizó como iluminación esa luz tamizada, sin dureza, de las primeras horas de la mañana o últimas del día, en los retratos optó por una luz dura, propiciada por el uso de fondos negros que, después del año 1995, salvo contadas excepciones, se impondría en las fotografías de esta tipología.
Es en esos momentos cuando realizaría dos nuevas series de retratos que marcarían cambios importantes en su obra: la serie de retratos de cuerpo entero de mujeres y las composiciones en cruz, en la que el cuerpo aparece fragmentado en varias imágenes que a su vez se recomponen para formar una sola. Ambas series deben ser vistas como el resultado de una larga experimentación en la que se revela como vital su idea de recurrir no a cualquier persona sino a una específica.