Hasta el 1 de septiembre, la exposición Dibujos de Alenza: escenas, costumbres y peligros de Madrid muestra en el Museo Lázaro Galdiano 30 de estas obras, seleccionadas entre las más de trescientas que atesora la institución. Una muestra comisariada por Juan Antonio Yeves, jefe de la Biblioteca Lázaro Galdiano, resultado del estudio de esta colección de dibujos que en su día fueron adquiridos por José Lázaro Galdiano. Su objetivo es recordar la figura de Alenza y difundir este fondo casi desconocido que forma parte de la serie que conservaba Micaela Bertrandi, madrastra del artista, en la segunda mitad del siglo XIX, y que incluía más de mil setecientas cincuenta piezas en 12 álbumes.
Lázaro Galdiano publicó dibujos de Alenza en una serie de postales editadas por él en 1902 y prestó algunos para una exposición colectiva organizada por la Sociedad Española de Amigos del Arte en Madrid en 1922. También se incluyó una parte en la exposición de dibujos que tuvo lugar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando den 1959 con motivo de la concesión de la Medalla de Honor de la Academia a su Fundación en 1958. Más tarde, Enrique Pardo Canalís dio noticia de la presencia de los cinco álbumes de la colección en la revista Goya, en 1989, donde reproducía una pequeña parte y recordaba la vinculación del autor con Goya. Finalmente, estos dibujos fueron estudiados en la tesis doctoral sobre la vida y la obra de Leonardo Alenza de José Domingo Delgado Bedmar, en 1996, que permanece inédita.
Ha transcurrido más de un siglo desde aquella primera referencia a los dibujos sueltos de la colección y casi treinta años desde la noticia de la presencia de los álbumes. Ahora, con otro planteamiento, la Biblioteca Lázaro Galdiano quiere recordar su figura y obra con esta exposición, aunque en ella solo se muestre una sección muy reducida por estar la mayor parte en volúmenes encuadernados, lo que dificulta su visionado.
Recorrido
La muestra se divide en tres partes. La primera está dedicada a Alenza y Goya, su maestro, es decir, se muestran dibujos de Alenza que recuerdan a los Caprichos de Goya. Alenza encontró la mejor referencia para su andadura artística en Goya. Aunque carecería de la brillantez y colorido del maestro en sus cuadros, mostró soltura y atrevimiento en sus dibujos, especialmente en los caprichos, inspirados en los del aragonés. Interpreta con libertad y agilidad escenas y tipos que, aparte de recordar al estilo de su maestro, ofrecen una imagen diferente, tanto cuando critica como cuando se muestra satírico.
En la segunda se muestran escenas, costumbres y peligros de Madrid. En los álbumes y en los dibujos sueltos se encuentran variedad de temas, religiosos, históricos, alegóricos o de paisaje, unas veces terminados y otras como apuntes o estudios académicos, pero sobresale la serie que ocupa el lugar central de la exposición. En esos se puede apreciar cómo dibujó las escenas que tenía a la vista con soltura y gracia en la ejecución, sin retoques, de modo impresionista, cómo dejó testimonio de las costumbres de la época y cómo, con ironía y gracia, alertó de los peligros de Madrid, especialmente, a los recién llegados a la capital.
En su obra se dibuja el panorama del pueblo madrileño que describe en textos contemporáneos su protector, Mesonero Romanos: costumbres y peligros de Madrid, que conocía muy bien Alenza porque siempre había vivido en la capital, pero que sorprendían al recién llegado, desde el alcoholismo o la prostitución pasando por la habilidad de malhechores y charlatanes, hasta la presencia de perros vagabundos, aquellos que con tanta frecuencia encontramos en sus dibujos.
Ilustrador
En la última parte se le muestra como uno de los más conocidos y brillantes ilustradores de la época, sobre todo por sus colaboraciones en una publicación periódica, el Semanario Pintoresco Español, revista romántica fundada por Ramón de Mesonero Romanos, y en una monografía, Los españoles pintados por sí mismos, que apareció por entregas a partir del 15 de diciembre de 1842 y que supuso un hito en el panorama editorial español.
Alenza tenía una sólida formación como pintor y ese aprendizaje académico se aprecia en los apuntes, bocetos y dibujos preparatorios para pinturas o para pasar al grabado, por el dominio de la perspectiva, la proporción, la composición y la forma, que ejecuta con destreza y seguridad. En obras ilustradas de carácter colectivo se distinguen sus dibujos de los de otros, sobre todo si fueron a parar a manos de un buen grabador.
La exposición concluye con una breve representación de los Caprichos de Alenza publicados por Isidoro Rosell, aunque en realidad se trataba de estampas en las que aparecían tipos populares y escenas costumbristas, más próxima a otra serie como la de su contemporáneo y amigo Francisco Lameyer.
Genio afable
Leonardo fue el único hijo de Valentin Alenza Recuenco, madrileño, empleado, autor de algunas composiciones poéticas publicadas en el Diario de Madrid en 1815 y bibliófilo, y de María Nieto Sánchez, natural de Ávila. Vivían en la calle de la Cava Baja y cuando falleció su madre su padre se casó por segunda vez con Micaela Bertrandi, antes de haber cumplido Alenza los diez años. Sabemos que se formó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, con distintos profesores, como Zacarías González Velázquez, Juan Gálvez o José de Madrazo, y tuvo como compañeros a Federico de Madrazo, José Elbo, José María Avrial o Luis Ferrant. De su trayectoria artística posterior, aunque llegó a ser académico, se conocen sus cuadros, algunos expuestos en el Museo Lázaro Galdiano, y sus dibujos, que en ciertos casos sirvieron para ilustrar publicaciones de la época. Para Carmen de Burgos, Alenza fue «el genio dulce, afable, melancólico, triste y anémico por las privaciones». La tuberculosis acabó con él en 1845. Tenía 37 años.