Canogar aborda este asunto a partir de diferentes planteamientos: desde la recuperación de la memoria de la vida que en el pasado tuvieron algunos objetos y materiales tecnológicos en desuso, hasta el interés por recoger y transformar digitalmente los cambios que afectan a las sociedades desarrolladas actuales.
Una parte importante del discurso expositivo de Memorias líquidas se centra en el flujo constante e inabarcable de datos con los que se nos bombardea en la vida diaria. Canogar, a través de un proceso tecnológico, los recoge y proyecta al público en forma de animaciones generativas abstractas, muy sugerentes desde el punto de vista plástico y caracterizadas por el valor poético que transmiten.
Al artista le obsesiona el impacto que la tecnología provoca en el ser humano y en el planeta. Asistimos impasibles a un flujo constante e inmenso de información que no somos capaces de procesar y que nos aliena y nos mantiene distraídos de forma permanente. La memoria se presenta insuficiente para asumir tanta información, los recuerdos se queman y van desapareciendo.
El leitmotiv de la sociedad actual es la obsolescencia acelerada, esa necesidad del hombre en la era de la globalización, y la inmediatez por conseguir lo último y desechar lo viejo o lo inmediatamente anterior. Lo que se podría denominar el update constante, como hace Canogar en algunas de sus obras como Cannula, Ooze o Ripple, entre otras.