La dirección musical corre a cargo de Nicola Luisotti, director principal invitado del Real, que vuelve a dirigir su Coro y Orquesta Titulares después de sus triunfos con Il trovatore (2007), Rigoletto (2015), Aida (2018) y Turandot, y que está al frente de tres repartos con figuras de la talla de Ainhoa Arteta, María Agresta o Silvia Tro Santafé.
La producción, concebida por David McVicar –Otra vuelta de tuerca (2010), La traviata (2015), Rigoletto (2015) y Gloriana (2018)–, privilegia la introspección psicológica de los personajes en detrimento del ambiente cortesano español del siglo XVI, cuando Felipe II era el monarca más poderoso del mundo.
Tres repartos dan vida al sexteto protagonista: Francesco Meli, Andrea Carè y Alfred Kim (Don Carlo); Maria Agresta, Ainhoa Arteta y Roberta Mantegna (Elisabetta de Valois); Luca Salsi, Simone Piazzola y Juan Jesús Rodríguez (Rodrigo, marqués de Posa); Ekaterina Semenchuk, Silvia Tro Santafé y Ketevan Kemoklidze (La princesa de Éboli); Dmitry Belosselskiy, Michele Pertusi y Dmitry Ulyanov (Filippo II); y Mika Kares y Rafał Siwek (El gran Inquisidor).
El coliseo despidió su temporada anterior con otros dos títulos verdianos: Il trovatore, con temática española, y Giovanna d’Arco, basada en el drama homónimo de Friedrich Schiller. La 23 temporada se inicia con Don Carlo, que vuelve al Real 14 años después y transcurre también en España, vista nuevamente a través del universo romántico de Schiller.
Para Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, Don Carlo es «un imponente friso dedicado al amor, la amistad, el poder, la revolución, la pasión, los celos, el idealismo, la traición, la religión, el fanatismo, la tiranía y, sobre todo, la libertad: la libertad de las convicciones personales, la libertad en los afectos íntimos, la libertad religiosa, la libertad en el regimiento de los hombres y los pueblos».
Radio Clásica, de RNE, retransmitirá la ópera en directo el 21 de septiembre a las 20.00 h y la ofrecerá a toda Europa a través de la Unión Europea de Radiodifusión.
Vicisitudes de una ópera
Don Carlo, 23 de las 26 óperas de Verdi, es la más larga de su catálogo y la que fue sometida a un mayor número de revisiones: en un lapso de casi 20 años, de 1867 a 1886, el compositor escribió diferentes versiones intentando encontrar el equilibrio dramatúrgico y musical de la partitura, que se vio afectada, desde su génesis, por las imposiciones de los teatros.
Verdi retoma sus temas recurrentes –la lucha entre los sentimientos íntimos y el deber político, el ansia de libertad frente al poder opresor, los ideales revolucionarios, los amores prohibidos, la relación paterno-filial, la amistad, etc.– a través de la sensibilidad e ímpetu románticos de Friedrich Schiller, que ya había inspirado tres óperas anteriores: Giovanna D´Arco, I Masnadieri y Luisa Miller. Partiendo de su drama Dom Karlos, Infant von Spanien, el compositor vuelve a acercarse al universo español que, con mayor o menor fortuna, impregnó otros cuatro títulos de su catálogo: Ernani, Il trovatore, Simon Boccanegra y La forza del destino.
Escrita para la Ópera de París, donde triunfaba la grand opéra, con sus cánones grandilocuentes (temas históricos o mitológicos, grandes masas corales y sinfónicas, ballets, etc.), la primera versión de Don Carlo, con libreto original en francés de François Joseph Méry y Camille du Locle, se estrenó en 1867, con gran pompa y boato, incluyendo la presencia de la familia real francesa.
Contrariado con las imposiciones de la Ópera de París y disgustado con las diversas adaptaciones y versiones de la ópera en italiano, Verdi decide reducir la duración de la obra para facilitar su difusión y evitar que cada teatro cortase la partitura a su antojo: nace así la llamada ‘versión de Milán’, de 1884, en la que se suprimen el primer acto, el ballet, etc. Esta versión en cuatro actos, más corta, más ágil, pero más débil dramatúrgicamente, es la que se ha presentado en el Teatro Real en 2001 y en 2005, con puesta en escena de Hugo de Ana.
Dos años después del estreno de la versión de cuatro actos, Verdi vuelve a revisar la partitura restituyéndole el primer acto, llamado de Fontainebleau, para dar una mayor consistencia dramatúrgica a la obra, ya que en él se perfila el contexto histórico y el entramado de las relaciones entre los personajes que propician el devenir del drama. Nace así la llamada ‘versión de Módena’, de 1886, con cinco actos y sin ballet, que ahora se podrá ver en el Teatro Real.