Eusebio Sempere (Alicante, 1923-1985) está considerado uno de los primeros artistas abstractos españoles. Siendo ya un autor plenamente reconocido y valorado coincide en 1968 con una joven y experimental Soledad Sevilla (Valencia, 1944) en el Seminario de Generación Automáticas de Formas Plásticas del Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid.
Esta exposición es a la par un homenaje y un diálogo entre algunas pinturas de Sempere junto a obras del periodo geométrico de Sevilla, poniendo en escena dos formas de entender y trabajar con la geometría: la que representa Sempere y que está vinculada a los principios clásicos de la vanguardia (objeto, trascendencia, utopía y belleza) y la de Sevilla y su interés por transformar la obra en un soporte sobre el que aplicar y experimentar teorías y principios en torno al tratamiento de la superficie y el espacio mediante obras y técnicas procesuales que parecen no tener ni principio ni final.
Las obras de Sempere seleccionadas para esta exposición −unas inéditas, otras sin exponerse desde hace tiempo− son gouaches sobre papel y sobre tabla, fechados entre 1954 y 1979 y buenos ejemplos de la calidad y diversidad de lenguajes e intereses que exploró el artista, de los más analíticos a los más poéticos y espirituales.
La espiritualidad y el lirismo que provoca la obra de Sempere, acrecentados con el paso del tiempo, es parte de lo que Soledad Sevilla sigue reivindicando del artista alicantino y es la fuerza que ha impulsado a la galería a organizar esta exposición entre dos artistas que se conocieron y admiraron a pesar de la diferencia generacional, conceptual y estética, que se aprecia al contemplar sus obras.
Ideales compartidos
Sevilla recuerda aquellos años de finales de 1960 y principios de los 70 en el que compartieron ideales junto a otros artistas como Alexanco, Elena Asins, Gerardo Delgado, Eduardo Sanz o Yturralde, y lo cuenta en otro de los textos del catálogo: «Siempre me pareció paradójico que, siendo este el sentir común, yo viese en Sempere pura sensibilidad, emoción y belleza. Hoy vuelvo a reunirme con Sempere y reescribe mi memoria. Eusebio siempre sorprendente, siempre vigente, siempre en continua aspiración de lo intemporal».
También Sempere, maestro y vanguardista por convicción, reconocía el talento que le rodeaba y en 1978 escribe una suerte de poema machadiano dedicado a Sevilla: «¿Cómo aprenderemos a saber ver? Tenemos delante la lección de Soledad Sevilla. Soledad es vocación y tesón, más libertad para el aire y en su soledad, traza entramados de líneas sobre lienzo, para responder al reto de la vida».
Soledad Sevilla ha seleccionado personalmente sus obras para esta exposición. Abarcan todo su periodo geométrico, de 1969 a 1984, y su importancia no sólo reside en las propias obras −ejemplos de una nueva forma de estudiar, analizar y experimentar el espacio y las estructuras geométricas−, también porque conforman casi el único material que sobrevivió a un incendio en el estudio de la propia artista y que acabó con la mayoría de las obras sobre tela de esa época.
Los tipos de soporte utilizados por Soledad Sevilla en esos años (papel, papel vegetal, reprográfico, cuadriculado) y los diferentes medios aplicados (lápiz, tinta, trama, reprografía, cera) delatan la condición experimental y procesual de unas obras que evolucionarán desde una medida, aséptica, pura, formalista, analítica, esencial y directa geometría a una abstracción más contenida, emocional y lírica.