Tras el éxito de la exposición de Banksy, Pink Floyd toma el relevo en el Espacio 5.1 del Ifema, en Madrid, donde de exhiben cientos de objetos asociados a la banda en un extenso recorrido. Todo está aquí: desde los inicios, con esa alucinada psicodelia con el guitarrista Syd Barret, hasta el final del camino, con la publicación de The Endless River, ya convertido en el epitafio de la banda. La exposición es todo un sueño para los seguidores del grupo y de la música.
«Es la historia de Pink Floyd, pero también es mucho más que la historia de los cuatro miembros de la banda», advierte Nick Mason, batería y uno de los miembros fundadores del grupo, quien estuvo en Madrid para presentar la muestra.
Lo cierto es que pocos podrán sentirse defraudados con la exposición. Todo está aquí. Una experiencia multimedia en la que lo primero que hace el visitante es apagar su móvil y ponerse unos auriculares. Irán sonando canciones de la banda y diferentes testimonios a medida que el visitante va pasando por las diferentes galerías, ordenadas cronológicamente. Y todo empieza por la enloquecida música de Syd Barrett.
Los inicios psicodélicos
La historia de Pink Floyd comienza en 1964, aunque no es hasta 1967 cuando la banda entra en un estudio de grabación para registrar The Piper at the Gates of Dawn, su álbum de debut. Un disco complejo y todavía hoy sujeto a mil lecturas. Probablemente idealizado. Es el disco asociado a la mente iluminada –y alucinada– de Barrett, su visión de una vida pasada por el deformante tamiz de la psicodelia.
Pero la historia de Barrett fue tan gloriosa como efímera. Su cerebro se fue dañando irreparablemente y Nick Mason (batería), Rick Wright (teclado) y Roger Waters (bajo) continuaron. Lo siguiente fue contactar con David Gilmour, quien ya había tocado junto a Barrett y los propios Pink Floyd en épocas «dispersas» del guitarrista original. Waters consiguió embaucar al huidizo Gilmour diciéndole hasta «lo guapo» que era. Literalmente. La exposición incluye el manuscrito original de Waters en el que el bajista le pedía a Gilmour que entrara en la banda.
Los siguientes discos fueron A Saucerful of Secrets (1968), Ummagumma (1969), Atom Heart Mother (1970), Meddle (1971) y Obscured by Clouds (1972). Todos ellos mantuvieron la temática psicodélica, aunque progresivamente fueron abandonando el «cuelgue» tan asociado a este estilo musical. O, al menos, minimizándolo. Al tiempo, su fama en directo crecería exponencialmente. No sólo ofrecían música de enorme valor, sino también un espectáculo inmersivo con luces, efectos y proyecciones que suponían toda una experiencia para aquel espectador de comienzos de los años 70.
El éxito y Dark side of the moon
Así hasta llegar a 1973. Para entonces, Waters ya había asumido el liderazgo del grupo. Al menos, en términos creativos y conceptuales. Sus composiciones se hacían más definidas y Pink Floyd ejecutaban la música a la perfección. Y Dark side of the moon se convirtió en un sueño.
Los visitantes de la exposición podrán comprobar cómo lo que aquello que al principio era una banda psicodélica más o menos underground se fue transformando progresivamente en algo mastodóntico. Y Dark side of the moon fue el comienzo. Aquel álbum, grabado en los esudios Abbey Road de Londres, se situó como uno de los discos más vendidos hasta superar los 40 millones de copias. Pero, más importante, su estatus de obra maestra permanece hasta la fecha. Y por los siglos. Canciones como Time, Money o Us and Them o Brain Damage siguen siendo cimas.
Lo siguiente fue Wish you were here (1975) y más gloria y dinero para la banda. Al frente del álbum se situó la crepuscular e insuperable Shine on your crazy diamond, en varias partes. Era un homenaje a Barrett, por entonces ya recluido en casa de sus padres y en un mundo interior situado a miles de kilómetros de la Tierra. Aquí estaba lo mejor del sonido de Pink Floyd. Escuchar este tema sigue siendo una experiencia casi religiosa. Como todo el álbum en realidad, incluida la preciosa canción que le daba título.
Música y mucho más
La muestra incluye los negativos de la sesión de fotos para la icónica portada de Wish you were here, en la que se ve a dos hombres de negocios y uno de ellos en llamas. Fue una alegoría a las corrientes estafas –morales, sentimentales, económicas y políticas– de nuestra era. Vigente todavía.
Hubo otra gira multitudinaria, nuevos espectáculos de luces y de colores. La megalomanía de Waters en todo su esplendor. Eran grandes estrellas del rock and roll. Aunque su siguiente movimiento sería indescifrable para muchos. Waters encontró la inspiración en Rebelión en la Granja, la espeluznante novela de George Orwell, para crear Animals (1977). Una explosión de rock progresivo. Cinco canciones, pero ningún hit. Tuvo una gran acogida, pero no espectacular. Retrospectivamente se trata de otro álbum apabullante. ¡Cómo tocaba esta gente! Y qué preciosidad de portada…
Detrás del muro
¿Y después? La epopeya, según Waters. El bajista se propuso indagar en la soledad y aislamiento del artista de fama. La alineación, al fin. También sus traumas infantiles y la influencia que tienen en una vida la etapa escolar. El resultado: un álbum doble titulado The Wall, de 1979.
En el escenario, Pink Floyd tocaban detrás de un muro del que poco a poco iban cayendo sus ladrillos hasta poder ver finalmente los cuerpos y formas de sus integrantes. La buena película de John Boorman añadió mitología al álbum.
Para entonces, los miembros del grupo estaban tan hartos de millones de libras como de sí mismos. O, más concretamente, de Waters. The Final Cut (1983) sería una (irregular y excesiva por momentos) obra de Waters junto a Mason y Gilmour. A Wright le expulsó durante las sesiones. Y ese fue el último álbum de Pink Floyd con su formación clásica. Pero como Gilmour y Mason decidieron seguir adelante, Waters se enfadó. Los demandó para reclamar los derechos de explotación del nombre y perdió. La banda pertenecía a Gilmour y Mason, y Wright regresaría en principio como asalariado.
El regreso
Con Waters dando rienda suelta a su ego en discos en solitario y giras sin demasiado sentido –más allá de las ansias de la audiencia por degustar viejos temas de la banda–, Gilmour y Mason siguieron a los suyo. El primero consiguió reunir un buen material para volver a grabar y salir de gira. Así se plasmó A momentary lapse of reason, de 1986. Gilmour abandonó la idea inicial de hacer un disco en solitario por volver a grabar bajo el nombre de Pink Floyd y el resultado se tradujo en excelentes ventas y una nueva gira.
Fueron dos años de tour, millones de asistentes y sacos de libras suficientes como para tapiar la entrada del Palacio de Buckingham. Delicate Sound of Thunder fue el disco resultante de la gira. La exposición incluye la famosa Stratocaster roja con la que Gilmour tocó durante 20 años.
Despedida y….
Se volverían a meter en el estudio de grabación en 1994 para grabar The Division Bell. No registrarían ya más temas originales. Aquella fue la despedida discográfica de Pink Floyd, pero un adiós de verdadera altura. De hecho, muchos lo sitúan en el mismo grupo de álbumes de su época más clásica. Gilmour vuelve a estar inspiradísimo en las canciones y la instrumentación es sensacional. La gira, en la que tocaron Dark side of the moon completo, fue igualmente memorable. La exposición de Pink Floyd es generosa en la documentación de este tour, con el que ganaron 100 millones de dólares.
Durante todos estos años se especuló con la posibilidad de que volvieran a reunirse, de que Pink Floyd reviviera con su cuarteto principal. Imposible. Gilmour y Waters no volvieron a hablarse. Demasiados rencores, demasiada furia, demasiada amargura.
Solo volverían a juntarse el 2 de julio de 2005 con motivo del concierto benéfico Live 8. Arrasaron. Cinco canciones fueron suficientes para mostrar que seguían en la cima, que tocaban como nadie. Ese set es el final del recorrido por la exposición de Pink Floyd que se podrá ver hasta septiembre en Madrid. Lo reproduce con la espectacular tecnología de sonido AMBEO 3D.
En septiembre de 2008 moriría Wright de cáncer y cercenaría definitivamente las posibilidades de reunión, si es que alguna vez las hubo. Aun así, Gilmour y Mason quisieron honrar su memoria. En 2014 publicaron The endless river, un álbum casi instrumental con descartes de las sesiones de The division bell. Y con Wright como protagonista. Un emotivo epílogo.
Y hasta aquí la vida de Pink Floyd. El resto es su música y el recuerdo a través de postales veraniegas. Como las que ofrece su exposición en el Ifema de de Madrid: The Pink Floyd Exhibition.