Este nuevo ‘caso de estudio’ del IVAM permite contextualizar una parte de sus fondos, aquellos centrados en las cualidades expresivas y representacionales del arte figurativo de entreguerras, con representantes tan destacados como George Grosz, Max Beckmann u Otto Dix, junto a las aportaciones más existenciales de los artistas holandeses, creadores que recuperan el ideal de belleza renacentista originaria, la de Masaccio o Piero della Francesca, la vuelta al clasicismo, el humanismo, el equilibrio, el sosiego y el orden de la representación.
«Esta exposición retrata el espíritu de una época de crisis política, económica y existencial. De crisis total», recuerda el director del IVAM, José Miguel G. Cortés. «Estos artistas supieron crear unos retratos psicológicos que captaban la soledad, la desesperanza y aquella crisis que atravesaba la sociedad europea».
La figuración en todas sus variadas formas ha sido una constante en los discursos teóricos del arte del siglo XX, al lado de los otros conceptos dominantes más herméticos o generalistas centrados en la abstracción y el surrealismo. Esta alternativa basada en el estudio de la condición humana supuso una vuelta a la representación que sirvió de refugio ante un mundo que oscilaba entre la barbarie y el ensañamiento durante el periodo de entreguerras. La figuración tuvo un amplio florecimiento en países europeos como Italia, Alemania y Holanda.
En este terreno de las técnicas realistas que definen la aproximación figurativa ocupan un lugar destacado las miradas agudas y penetrantes de artistas como Charley Toorop (1891-1955) o Pyke Koch (1901-1991), que aportaron sus atmósferas envolventes al realismo mágico holandés y ampliaron la tipología enormemente compleja y diversa del concepto del retrato.
El comisario de la exposición, Josep Salvador, destaca que los artistas del realismo holandés «recuperan los retratos y los bodegones con una visión más contemporánea». Las obras de creadores como Charley Toorop (1891-1955) o Pyke Koch (1901-1991), envueltas en una atmósfera de intimismo e introspección, a veces inquietante, adentran al espectador en la soledad de la persona y en la cálida intimidad del misterio femenino.