Sin ánimo exhaustivo, pero desde una perspectiva internacional, esta muestra –con 98 obras de 68 artistas– propone analizar el lugar del pastel frente a la venerable pintura al óleo, así como las razones que llevaron a diversos artistas de los siglos XIX y XX a recurrir a este medio y reivindicarlo.
Articulada en 10 secciones cronológicas, Tocar el color pone de relieve los principales momentos y las máximas figuras del renacimiento del pastel en la primera modernidad, un momento que convirtió esta técnica en un arte por derecho propio.
Producida por Fundación MAPFRE, esta muestra ahonda en la historia del resurgimiento del pastel a partir de la década de 1830, cuando aparece el término «pastelista», hasta sus evoluciones en el siglo XX. Si bien la técnica conoció en el siglo XVIII un auge formidable, nunca llegó a conquistar del todo su legitimidad frente a la pintura al óleo, disciplina reina. Su fragilidad intrínseca, su encasillamiento en el género del retrato (mucho menos valorado que la representación de los grandes hitos históricos o religiosos) y su ‘apropiación’ por parte de numerosas mujeres le impidieron acceder al ámbito de la considerada ‘gran pintura’.
Paralelamente, la utilización muy difundida del pastel para realizar esbozos tendió a confundirlo con las artes gráficas, por lo que no fue hasta el siglo XIX cuando este arte reconquistó poco a poco su autonomía respecto a la pintura, y cuando llegó a su máximo apogeo. Es en ese momento de renacimiento de la técnica donde comienza la exposición, centrada en las obras que justifican la aplicación del apelativo «pastelistas» a sus autores.
Artistas como Eugène Boudin, Odilon Redon o Edgar Degas se cuentan entre aquellos que, al apostar por esta técnica, confirieron un estatus innovador al empleo de las barritas de pastel; una posición nueva que se mantuvo a lo largo de la primera mitad del siglo XX aplicada a la ruptura de lenguajes que inaugura la generación posterior con, entre otros, Pablo Picasso, Joan Miró, María Blanchard o Theo van Doesburg.
Los impresionistas encontraron en el pastel un medio que facilitaba el trabajo al aire libre y la captación del momento fugaz. Los pasteles de Degas escriben un capítulo fundamental en la historia del arte moderno: la espontaneidad y el color liberado (características propias de la técnica) toman todo el protagonismo en sus desnudos, retratos y paisajes. Odilon Redon es el más destacado pastelista del cambio de siglo, clave en la evolución de la estética simbolista y de las vanguardias. A partir del ejemplo de sus atmósferas oníricas y enigmáticas, numerosos artistas del siglo XX recuperan el pastel de manera libre y desprejuiciada, desde Joseph Stella o Theo van Doesburg hasta Joan Miró, María Blanchard o Hans Hartung.Sin prejuicios