En Austria, el 90% de la población romaní y sinti fue exterminada. En el resto de Europa, debido a que las comunidades gitanas estaban menos organizadas que las judías, es más difícil evaluar el número total de asesinados, aunque se sitúa entre los 220.000 y el medio millón.
Ceija Stojka tenía 10 años cuando fue deportada y sobrevivió a tres campos de concentración alemanes (Auschwitz-Birkenau, Ravensbrück y Bergen-Belsen). Pero no fue hasta cuarenta años más tarde que se embarcó en una gran obra testimonial y poética, primero a través de la escritura y, poco después, del dibujo y la pintura. Su trabajo sirvió para desvelar la persecución de su pueblo durante los años treinta y cuarenta, y está en el origen del reconocimiento oficial por parte del Gobierno austríaco de su genocidio.
Las obras de Stojka revelan su paso por los campos pero también la vida feliz de su familia antes y después del nazismo. La artista realizó entre 1990 y 2012 más de mil dibujos y pinturas. Pinta sobre papel, cartón o lienzo, y usa materiales acrílicos que aplica con pincel o directamente con los dedos. Usa colores vivos y un trazo intenso que dota de energía a su obra.
A menudo recoge vistas generales de escenarios exteriores, en los que da cuenta de hechos completos a la manera de una narración oral, como la llegada de soldados a un bosque y la detención de una familia para ser trasladada a prisión. Otras imágenes concentran momentos críticos de su vida y de la historia, repitiendo el uso de motivos simbólicos como los pájaros o las alambradas. Con frecuencia, las imágenes van acompañadas de sucintos textos explicativos o menciones a los hechos dibujados.
Antes del horror
La exposición, que reúne alrededor de 140 obras y material documental (fotos, vídeos y publicaciones), comienza con los trabajos en los que retrata su vida de niña antes de que comenzara el terror. Descendiente de una larga estirpe de comerciantes de caballos originarios de Hungría, los Lovara, pero que vivían en Austria desde hacía siglos, su familia se vio obligada a hacerse sedentaria después de la anexión alemana. La caravana tirada por caballos en la que vivían se convirtió en una cabaña de madera. Fue solo el comienzo del horror.
En las pinturas de este primer espacio se observa parte de la cultura romaní y una vida idílica en armonía con la naturaleza, como ocurre en Landleben (Vida campestre, 1993). La artista celebra esta existencia nómada, basada en el clan. Aquí, su toque rápido y ligero crea un estilo que podría describirse como ingenuo; a veces, la artista ha espesado la pintura con arena, enfatizando su materialidad expresionista. Las composiciones se repiten de un cuadro a otro, creando una dinámica característica de su obra. Pero la amenaza ya se vislumbra: Viaje en verano por los girasoles (1996) impone una sensación de distancia, de ocultación incluso.
Tras el arresto de su padre, Ceija, junto a su madre y hermanos, se ocultó durante muchos meses en Viena y, finalmente, el 3 de marzo de 1943 fueron encerrados en la prisión Rossauer Lände. Las obras referidas a esta época retratan no sólo esta detención, sino todas las sufridas por la población romaní, que imagina, por ejemplo, en Wo sind unsere Rom? Laaerberg 1938 (¿Dónde están nuestros gitanos? Laaerberg 1938, 1995).
Fuerza evocativa
La artista fue deportada a Auschwitz, donde fue registrada el 31 de marzo de 1943 y retenida en la sección B-II-e, conocida como el «campo familiar gitano». En una parte de la muestra dedicada a los campos vemos ejemplos de la tremenda fuerza evocativa de la artista: Auschwitz 1944 (2009) habla de una niña parada de puntillas sólo para descubrir las chimeneas a través de las ventanas colocadas deliberadamente demasiado alto.
En Z 6399 [G(itana) 6399, 1994], una asombrosa y moderna composición, aparece el número tatuado que se le hizo a ella y a todos los deportados al llegar a Auschwitz. La Z significa Zigeuner, la palabra alemana para gitano; contaminados por estas horribles connotaciones nazis, los germanoparlantes de hoy en día usan las palabras roma o sinti en su lugar.
Ceija, su madre Sidi y su hermana Kathi fueron deportadas en mayo o junio de 1944 al campo de concentración de mujeres de Ravensbrück poco antes de la terrible liquidación del «campo gitano» de Auschwitz (2 de agosto).
Como en otras partes de la obra de Ceija, las tiras y los rectángulos estructuran la composición: algo marcial, algo muy inflexible ha dejado su huella, incluso en los paisajes. Sobre ellos reinan figuras siniestras. La pequeña estaba asombrada por este ambiente de crueldad y perversidad.
Los siniestros
Entre otros siniestros personajes destaca la Oberaufseherin (vigilante) Dorothea Binz, que bien podría ser la figura rubia y uniformada que aparece en el centro de un pasillo en Sin título (2001). Frente a estos amenazantes personajes están sus víctimas, retratadas con pinceladas rápidas, como apariciones fantasmales sin contornos definidos. Sin embargo, la vida parece residir en los deportados en sus coloridas ropas, como en el asombroso coro de figuras de Frauen Lager Ravenzbruck (Mujeres del campo de Ravensbrück, 1993) en la frontera entre lo figurativo y lo abstracto.
En enero de 1945, ella y su madre fueron llevadas en camión y luego a pie al campo de concentración de Bergen-Belsen. En cuanto a sus hermanas, Kathi fue deportada al campo de trabajos forzados de Rechlin-Retzow y Mitzi a Büchenwald.
Ceija subsistió en condiciones infrahumanas. Pero aun así, en la obra Bergen-Belsen 1945 (1996), en medio de una escena verdaderamente apocalíptica, pinta un árbol lleno de vida. En este campo sobrevivió entre cadáveres comiendo la savia de las plantas que encontraba. La rama se convirtió desde entonces en símbolo de esperanza para la artista, que elige este motivo para firmar todas sus obras.
Asimismo se aprecian como elementos constantes en sus cuadros, por un lado, los cuervos, que son las almas de los muertos pero cuyo sentido resulta ambivalente, ya que Stojka admira su capacidad de volar sobre las alambradas, pero no deja de remitirnos al mal augurio con el que se le asocia en muchas culturas. Por otro, el perro, de significado más unívoco, es el brazo despiadado de los guardianes.
Tras la liberación de los campos, Ceija y su madre tardaron más de tres meses en llegar a Viena. En la última parte de la exposición, su agotamiento y su lucha contra los elementos emergen en algunos de los paisajes. La composición y el movimiento de los árboles en varias pinturas recuerdan a Viena y Auschwitz. Cielos rosados, naranjas y violetas recuerdan los paisajes de antes de la guerra, enfatizando hasta qué punto el pasado, el presente y el futuro se mezclan.
Esta exposición pone en valor el testimonio y la figura del testigo, con su fragilidad y afectación, como recursos esenciales para comprender cualquier hecho histórico en su complejidad, incluso aquellos que por su atrocidad se antojan inimaginables.
Regreso a la vida
Una vez liberadas, Ceija y su madre regresaron a Viena donde se reunieron con los hermanos de la artista, supervivientes también de la barbarie. Los cielos coloreados de esta última sala recuerdan a los del inicio de la muestra, subrayando el carácter cíclico de su narración. Una estructura con la que tal vez la artista trata de ordenar y dar sentido a lo absurdo y terrible de su experiencia. Tras los años de hambruna y penalidades, la artista pinta frutas, verduras y, sobre todo, girasoles, la “flor del gitano”, como escribe ella, símbolo de esperanza, de vuelta a la vida. En estas obras, está presente la virtud cristiana, esencial para la artista, y a la que alude a través de las numerosas representaciones de la Virgen María.