Esa realidad, este reto cumplido ha llevado a Sánchez-Gijón a interpretar, por primera vez en su carrera, una obra impregnada de corporalidad y que concentra en su historia la friolera de cinco personajes. Las de las cinco Juanas: Juana de Arco, la papisa Juana, Juana la Loca, Sor Juana Inés de la Cruz y Juana Doña.
Como ambos artistas confiesan, las artes son “porosas”, consiguen derribar fronteras y encuentran en la danza, la interpretación, el teatro o los textos de Juan Carlos Rubio, Marina Seresesky y Clarice Lispector, coronados con fragmentos de Bernard Shaw, la Biblia o Shakespeare, una forma de aunar disciplinas en una sola cosa. En una sola realidad. En un solo reto.
Ya sea por esa visión teatral de la danza o por esa visión corporal del teatro, Chevi Muraday ha conseguido sacar a la actriz –cuyo último trabajo fue La vuelta de Nora, Casa de Muñecas 2 en el Teatro Bellas Artes– de su zona de confort para convertirla en cinco grandes heroínas de la historia y que, a través de amores desgarradores, causas justas o enemigos sanguinarios, lograron poner a prueba su propio destino.
Es así como el espíritu de esas grandes triunfadoras impregna los profundos relatos de esta obra de poco más de hora y media, camino abstracto, atrevido, colorido y oscuro al mismo tiempo, bien complejo. Aitana se lanza al vacío sin mirar atrás, tampoco mirando con entereza hacia adelante, más bien parece que ha decidido atraverse, a secas, con todas la consecuencias.
Lo leía el otro día, el coreógrafo alaba su arrojo, pero le recuerda que tiene que ir con moderación, se está jugando, literal y metafóricamente, no tanto la tumba como el físico. Pero Aitana Sánchez-Gijón, como todas aquellas Juanas, está hecha de otra casta y, esta vez, es ella la que le responde de vuelta: “Si he dado el paso para entrar en este territorio, tengo que ir a tumba abierta”.
Dirección artística y coreografía: Chevi Muraday
Dramaturgia: Juan Carlos Rubio
Reparto:
Carlos Beluga
Chevi Muraday
Aitana Sánchez-Gijón
Maximiliano Sanford
Alberto Velasco