Pelayo ya estuvo presente en los inicios de la pinacoteca asturiana que, curiosamente, este año cumple cuarenta años de andadura. El 19 de mayo de 1980 abría sus puertas el Museo y, tan sólo 15 días después, el pintor presentaba la exposición Cuarenta años de pintura, 1939-1979.
Otros cuarenta años después vuelve a su casa a través de una muestra que reúne 90 pinturas y dibujos, 17 libros, 36 fotografías inéditas y dos documentales sobre la vida y obra de uno de los creadores asturianos de mayor proyección internacional.
Obras más queridas
Pero no sólo están presentes algunas de las muchas obras que el Bellas Artes posee, Orlando Pelayo: exilio y memoria se nutre principalmente de las colecciones que sus hermanos fueron conformando durante la vida y después de la muerte del artista. Un fondo que, en su conjunto, cuenta con algunas de las mejores y más queridas obras realizadas por el pintor, precisamente aquellas que quiso conservar.
Muchas de estas piezas apenas han sido expuestas, o incluso permanecen inéditas hasta la fecha, por lo que resultan desconocidas para el gran público que puede disfrutar de lo que se podría denominar los “pelayos de Orlando Pelayo”. A estas obras se suman otras procedentes de colecciones particulares e instituciones como Colección Liberbank, Museo de Albacete, Diputación de Albacete y Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala.
La exposición muestra trabajos de diferentes épocas del pintor gijonés: desde pinturas de su conocida serie Cartografías de la ausencia, realizada desde finales de los años cincuenta hasta 1962, hasta otras de las décadas sesenta, setenta y ochenta del pasado siglo, en las que unos personajes espectrales inmersos en ambientes inquietantes, característicos del artista, dan muestra de su particular e interesantísimo quehacer artístico. Una pintura caracterizada por la agilidad, la espontaneidad y la fuerza, con un juego constante entre el color y la materia.
Exilio
Tanto la vida como la obra de Pelayo están marcadas por el exilio, que padeció a causa de la Guerra de España, en un primer momento en la ciudad norteafricana de Orán y, a partir de 1947, en París. A través del nutrido grupo de obras que conforman esta exposición, el visitante podrá conocer en profundidad qué supuso el exilio para él y cómo éste se trasladó a su obra, en ocasiones a través de temas propios e influencias del entorno en el que se encontraba y, en otras, a través de ricas evocaciones y recuerdos de su tierra o, incluso, de personajes de la historia de su país natal, siempre presente en su pintura.