«Estas piscinas se hallan en un barrio de La Habana –explica el artista–. Su decrepitud sobrecoge. En su mayoría han sido víctimas de la acción de la naturaleza. Sobre todo, de los embates del mar con el que lindan. No es fácil comprender por qué las construyeron allí y así, vulnerables ante enemigo tan formidable y pertinaz. Luego pasaron muchas cosas. Y sufrieron del olvido de una sociedad que ni quería ni podía permitirse repararlas y mantenerlas. Sus restos encarnan ese futuro que iba a ser y no fue. Son el espejo de tantas promesas jamás cumplidas. Y también de tantas realidades y proyectos que se mataron o se dejaron morir».
De formación fundamentalmente autodidacta, el contacto personal y las enseñanzas de fotógrafos como Isabel Muñoz, Javier Vallhonrat, Shelby Lee Adams o Harvey Stein han contribuido decisivamente a la formación de Cano Erhardt: «De la fotografía me interesa, y mucho, su carácter fragmentario en lo temporal y en lo espacial. La posibilidad que me brinda de ‘agarrar un cacho’ de la realidad en un momento y lugar dados y reproducirla a mi antojo. Y así, mostrar lo que yo quiero y cómo quiero».
Actualmente, el fotógrafo bilbaíno se concentra en proyectos de paisaje rural y naturaleza, y de fotografía de calle y urbana. En 2016 ganó el Premio de Fotografía ENAIRE y en 2018 el Premio FLECHA.