La muestra toma su título de la instalación creada por Ilya and Emilia Kabakov Where is our place? (2003), que muestra en su última sala un salón de arte del siglo XIX con unos visitantes gigantes al lado de unas fotos contemporáneas donde todo se ha transformado y se han cambiado las dimensiones, sugiriendo que existen múltiples maneras de entender y crear nuestro entorno, explica su comisario, Miguel G. Cortés.
“Las obras que componen la exposición, nueve procedentes del MAXXi y tres de la Colección del IVAM, presentan una doble lectura del hogar como espacio íntimo, de encuentro entre amigos y familia, y como espacio público”, destaca Cortés. Cada una de estas piezas es diferente y cada una incide en cuestiones sociales, políticas o ideológicas distintas aunque en todas, en palabras del comisario, “subyace la sensación de extrañamiento, de soledad, de gente que por su condición económica, sexual o por su color de piel se siente marginada de la sociedad”.
El recorrido muestra desde una instalación más lúdica y sensorial, como la Fun House (1956) de Richard Hamilton, un canto a la sociedad del consumo y a la importancia del cine, hasta obras de crítica política como la del arquitecto Teddy Cruz, compuesta por más de trescientos conos de tráfico. “Unos elementos banales como los conos nos impiden acercanos al interior de la obra transformándose en una especie de arma”, apunta el comisario.
Algunas obras de la muestra adquieren nuevas lecturas tras los cambios radicales que ha traído la pandemia. Es el caso de las 150 fotografías de Gabriele Basilico de la Colección del IVAM, tomadas en Berlín, Madrid o Milán, que muestran ciudades desiertas en las que no hay ningún ser humano.
Espacios mentales
“La exposición habla de espacios físicos, pero sobre todo de espacios mentales”, remarca Cortés. Un ejemplo es la instalación Infinite Cell (2004) de Alfredo Jaar, en la que recrea una celda forrada de espejos como metáfora de las barreras físicas y el deseo de superar los muros que separan las sociedades.
Otra instalación icónica es Triplo igloo (1984-2002), una de las últimas obras que realizó Mario Merz. Se trata de tres de sus característicos iglús, formas que remiten al hogar más primitivo, que obligan al espectador a transitarlos y preguntarse acerca de cómo las formas arquitectónicas y sus materiales condicionan nuestros actos más cotidianos.
La docena de instalaciones que componen la muestra se suceden a través de salas hiperiluminadas que contrastan con otras en penumbra, acentuando la incomodidad del espacio. De esta forma aparecen piezas inacabadas, como una escultura de Bruce Nauman que parece derrumbarse frente a una poética instalación multimedia de William Kentridge que reflexiona sobre algunos de los tópicos del colonialismo.
Estas referencias a la segregación racial o el apartheid también están presentes en la videoinstalación de Kara Walker, en la que dos esclavas negras pasean por un entorno idílico con una campanilla que delata su posición. Vayan donde vayan están vigiladas.
En definitiva, la exposición intenta comprender de qué modo los espacios marcan el tiempo y están vinculados a la memoria del lugar. Como esa yurta de la artista Jana Sterbak que da la bienvenida al visitante y le anima a pensar en ese deseo de construir un hogar, un cobijo, una guarida.
Complicidad
La exposición ¿Cuál es nuestro hogar? nace del interés de establecer un diálogo, una complicidad, entre la colección del IVAM y la del MAXXI. Con este fin se han puesto en relación obras de la colección del museo italiano (Ilya y Emilia Kabakov, Francis Alys, Jana Sterbak, Mario Merz, Alfredo Jaar, Kara Walker, William Kentridge, Atelier Van Lieshout y Teddy Cruz) con algunas piezas destacadas de la colección del IVAM (Bruce Nauman, Gabriele Basilico o Richard Hamilton). Todas ellas tienen en común reflexionar acerca del espacio habitado y social, un cuestionamiento sobre aquello que se refiere bien a la ciudad o al hogar, a la comunidad o al refugio personal.