Concebida y realizada en colaboración con el Museo Patio Herreriano de Valladolid, Laffón presenta en esta muestra una mirada atenta a las salinas de Sanlúcar de Barrameda. La desembocadura del Guadalquivir, entre Cádiz y Huelva, y con el Coto de Doñana como motivo y testigo privilegiado del hecho pictórico, es el lugar desde el que la artista viene desplegando su pintura más suelta, libre y ambiciosa.
Las obras están realizadas en concentrados tonos grises y otras en encendidos tonos azules. Revelan un interés por el trabajo en serie y se centran en el estudio detenido de unos lugares, las salinas, que tal vez no sean el motivo mas habitual en la tradición de la pintura de paisaje.
Toda obra de Laffón requiere una mirada lenta. Obras que no se asimilan de un solo vistazo y que hay que recorrer, como espacios de amplitud desconocida en los que el elenco de matices es extraordinario. Tienen, en apariencia, una paleta más reducida, pero una mirada pausada permite comprobar una riqueza cromática tan asombrosa como la trama de texturas en la que se enreda la pintura.
Porque el espacio pictórico está gobernado por grandes montículos de sal, protagonistas de la serie, pero hay en estas pinturas una tensión entre imagen y materia que provoca en ocasiones que aquella se plegue a ésta. Las salinas se encuentran en el espacio que media entre el primer plano y el fondo, entre lo terroso y lo etéreo, entre lo sólido y lo líquido.
Las montañas de sal tienen una presencia rotunda pero no eluden cierto aspecto evanescente, como espectral. Y además de las salinas, otro grupo de pinturas radicalmente diferente en su tratamiento del color, pinturas que comparten la misma intensidad lumínica y una composición articulada en torno a una férrea línea del horizonte.
Sevilla y Sanlúcar
Carmen Laffón tuvo una vida diferente desde su niñez. Sus padres, que se habían conocido en la Residencia de Estudiantes de Madrid, deciden no llevarla al colegio. Su educación se lleva a cabo en su casa. Sus inicios en la pintura tienen lugar a los 12 años de la mano del pintor Manuel González Santos, amigo de la familia y antiguo profesor de dibujo de su padre, por cuya indicación ingresa en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla a los 15 años de edad.
Tras cursar estudios en esta institución durante tres años se traslada a Madrid, en cuya Escuela de Bellas Artes finaliza su carrera. En ese mismo año, 1954, hace su viaje de fin de estudios a París, donde queda especialmente impresionada por la obra de Marc Chagall. Al año siguiente realiza una estancia de estudios en Roma con una beca del Ministerio de Educación. A su regreso a Sevilla en 1956 continúa pintando en la casa de verano familiar de Sanlúcar de Barrameda, en La Jara, frente al Coto de Doñana, que acabará siendo el lugar central de su actividad artística. Allí tiene actualmente su estudio, y el Coto de Doñana y su paisaje se han convertido en principal protagonista de su pintura.