Esta selección, comisariada por Juan Naranjo, permite apreciar la evolución de uno de los grandes creadores de la historia de la fotografía, desde las imágenes iniciales que hizo en Nueva York en la década de 1910, hasta las últimas que tomó en su jardín de Orgeval al final de su vida, pasando por las que realizó durante sus viajes a México, Nueva Inglaterra, Francia, Italia, las islas Hébridas o Ghana, proyectos que culminaron en cuidados libros que hoy se consideran publicaciones de referencia.
Strand comenzó su andadura como fotógrafo en la Ethical Culture School con Lewis Hine y posteriormente, hacia 1915, entabló una estrecha amistad con Alfred Stieglitz, fotógrafo y pionero en la introducción del arte más innovador en la Nueva York. Tras fusionar estas influencias, el artista exploró el potencial de la fotografía como instrumento de superación de la visión humana a través de retratos íntimos y detallados y de la captación de matices en formas mecánicas y naturales. A partir de 1930 comenzó a viajar por Estados Unidos, Canadá y México y desarrolló proyectos centrados en comunidades específicas, estudios de pueblos a través de sus gentes y de los elementos culturales que los identifican.
Paradójicamente, las primeras fotografías de Strand resultan más actuales que las que realizó entre 1950 y 1960, cuando se centró en la vida de pueblos y comunidades como Nueva Inglaterra (EE.UU.), Ghana (África) o Luzzara (Italia), lugares donde estableció una estrecha relación entre el territorio y sus habitantes, con un punto de vista que se puede considerar documental. Sin embargo, el propio Strand estaba convencido de la novedad de estas imágenes tardías, en sintonía con la evolución del movimiento moderno.
En 1920, junto con el pintor Charles Sheeler, realizó su primera incursión el cine con la película Manhatta –inspirada en el poema de Walt Whitman del mismo título–, en la que se narra la fascinación y el ritmo trepidante de la ciudad de Nueva York a lo largo de un día. El lento proceso de revelado y las dificultades que encontraba a la hora de obtener sus copias hizo que dirigiera su mirada hacia esta disciplina, y en los años treinta trabajó en Redes, una de las más importantes aportaciones al cine documental de la época en México.
En poco tiempo, Strand pasó de ser un mero espectador a convertirse en uno de los grandes artistas y padre de la straight photography y del cine de vanguardia. Sus conocimientos de arte contemporáneo derivados de su relación con artistas y teóricos le llevaron a realizar una fotografía que excedió a su tiempo. Fue un artista comprometido políticamente, lo que le llevó por el camino de la fotografía documental. A mediados de la década de los años cincuenta abandonó Estados Unidos y se trasladó a Orgeval, en Francia, lugar desde el que continuaría viajando a otros lugares y que ya no abandonará hasta su fallecimiento en 1976.
Para Juan Naranjo, “Strand fue más allá de la mera revelación de la belleza formal del mundo: fue un artista comprometido que exploró otras vías de documentalismo, en las que equilibró forma y contenido. En sus fotografías también proyectó su compromiso ético y social. A lo largo de su vida continuó relacionándose con importantes creadores y mantuvo su conexión con las corrientes de pensamiento más innovadoras y con las nuevas teorías fotográficas. Su amplia e interesante producción lo convirtió en uno de los fotógrafos más importantes del siglo XX”.
Esta muestra ha inaugurado, junto a la dedicada a Bill Brandt, el nuevo centro de fotografía de la Fundación en Barcelona, que abre así sus puertas con dos de los más grandes fotógrafos del siglo XX.
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Una manera de trabajar
El recorrido expositivo se divide en cuatro secciones que reflejan la manera de trabajar del artista y su modo de comprender el mundo:
Geometrías: reconfigurando la mirada. Uno de los elementos con los que Strand aprendió a trabajar en los inicios de su carrera fue el movimiento de los peatones. A instancias de Stieglitz y siguiendo a Alvin Langdon Coburn (1882-1966) comenzó a fotografiar desde los viaductos, puentes y edificios altos de la ciudad. Estas imágenes y su movimiento introdujeron un rasgo documental y de cotidianeidad en su obra que se convertirá en uno de los elementos característicos de la fotografía urbana del siglo XX.
Paisajes. De la vaporosidad al pintoresquismo geométrico. El paisaje fue uno de los géneros románticos por excelencia. La visión directa de la naturaleza alejaba a los artistas del concepto de mímesis en favor de una pintura que transmitiera sensaciones. El pictorialismo fotográfico, con su teoría del arte basada en la reducción y simplificación de las formas, influyó en gran medida en el primer Strand. Fotografías como Bahía de Shore, Long Island, 1914, o Invierno, Central Park, Nueva York, 1913-14, son algunos de los ejemplos que ilustran el camino hacia la abstracción que exploró a través de este género.
Retratos. De la mirada furtiva a la diversidad cultural. En Nueva York, en otoño de 1916, decidió explorar el Lower East Side de Manhattan para hacer retratos de figuras anónimas que ignoraban que estaban siendo fotografiadas, lo que se traducía en imágenes de gran naturalidad y cercanía. Se concentraba en las cabezas y en las expresiones faciales, como en su famosa Mujer ciega, 1916, que adelantaba la intimidad que reflejarían sus retratos posteriores.
Países: cartografías emocionales. Los libros como proyecto. Desde los años veinte el viaje se había convertido en práctica habitual de artistas e intelectuales. Las revistas ilustradas adquirieron cada vez mayor protagonismo y el interés por la fotografía se expandió al ámbito de la edición. Se crearon colecciones de libros, como Orbis Terrarum, en 1922, en la que colaboraron fotógrafos como Hoppé, Brehme o Hielscher. Siguiendo esta línea, una parte importante de la producción de Strand se basa en sus viajes, reflejados luego libros. En 1976, escribió: “Me veo a mí mismo fundamentalmente como un explorador que ha pasado su vida en un largo viaje de descubrimiento”.