De este modo, esta singular creadora catalana recupera el lugar central que, tras el renacimiento que experimentó el arte textil durante las décadas de 1960 y 1970, obtuvo a lo largo de su fructífera trayectoria. Lamentablemente, a lo largo de estas últimas décadas, Muñoz había sufrido el olvido que dentro del arte moderno y contemporáneo ha experimentado el arte textil, considerado todavía por algunos como artesanía o arte menor.
Muñoz siempre reivindicó que su trabajo se encuadraba dentro del arte contemporáneo y no de la decoración, donde en ocasiones se la encasillaba. La Bauhaus fue un claro ejemplo de dicha marginación, ya que si bien es cierto que por su vocación interdisciplinar los talleres de tejido eran paralelos a los de arquitectura o diseño de objeto, en un momento determinado desde la dirección de la escuela se intentó imponer que las alumnas solo pudieran especializarse en la fabricación de tapices, creativos y experimentales eso sí.
No obstante, estos encuentros entre arte textil y arquitectura, que obviamente tienen una relación remota ligada al habitar, generaron que a partir de los años 60 el tapiz se escapara de su heredada forma bidimensional y de su funcionalidad –protector térmico y lumínico amén de elemento alegórico y suntuario– hacia la volumetría escultórica e incluso hacia la intervención espacial, evolución general del arte textil en el esta creadora fue pionera. Esta muestra presenta, a través del 12 magníficas obras, el atractivo y personal lenguaje ‘escultórico’ de Muñoz.