La obra de Markul siempre ha estado ligada a sitios perdidos o ignotos. Conectando hechos reales con otros ficticios, a veces incluso de ciencia ficción, sus últimos proyectos le han llevado a curiosos lugares: la isla japonesa de Yonaguni y sus ‘monumentos’ bajo el mar, o la espectacular mina de cristales de selenita de Naica, al norte de México. También a Chernóbil, para evocar la naturaleza reconstruida sobre sus propias ruinas. Su enfoque siempre está motivado por el deseo de capturar imágenes para esculpirlas y hacer visible lo oscuro y lo oculto.
Pero a diferencia de sus obras anteriores, esta vez la artista quiere ser testigo de un hecho real. Evitando el mero reportaje, utiliza su técnica artística para transformar la experiencia del mismo. El acontecimiento elegido es el mayor encuentro en torno a la serpiente de cascabel del mundo (más bien a su exterminio) y el concurso para ganar el título de Miss encantadora de serpientes de cascabel, algo así como la ‘reina de la masacre’, que se celebra cada año en la localidad texana de Sweetwater.
Como explica Jaroslaw Lubiak, «para la artista, en este caso, dar testimonio no conlleva buscar explicaciones sociológicas, culturales o de cualquier otro tipo, sino más bien conseguir exponer la oscuridad de las acciones humanas. Las motivaciones de las participantes, las razones del placer que se deriva de ello no deben aclararse. En su lugar, Markul se centra en la belleza de las víctimas: las serpientes de cascabel. Estas imágenes se yuxtaponen con las de las concursantes del certamen de belleza. El encanto estético realza el objetivo crucial del testigo: hacerse preguntas».