Al igual que en las muestras dedicadas a Susana Solano o Eva Lootz, ésta de Soledad Sevilla se detiene ante un muy variado conjunto de trabajos, uno de ellos ya histórico, el realizado a principios de los años setenta, otro reciente aunque inédito, como Los días con Pessoa, y otro específico, titulado De la luz del sol y de la luna, que se vincula con algunas de sus intervenciones más conocidas realizadas con anterioridad, si bien adquiere aquí una dimensión más rotunda dada la escala del espacio de la Capilla de los Condes de Fuensaldaña.
La muestra reúne, por tanto, obras realizadas en un arco temporal de 50 años, que son los que se cumplen ahora desde la realización de aquella serie de trabajos que avanzaban los patrones de líneas y tramas que caracterizarían toda su obra posterior y que se encuentran entre lo más importante de la colección vallisoletana.
La obra de Soledad Sevilla destaca por la fidelidad a un ideal que con los años se ha ido enriqueciendo y revigorizando con precisión y frescura. Este ideal es el del análisis de la línea sobre el plano, que somete a un sistema de permutaciones y combinaciones, de reiteraciones y quiebros, de pliegues, arritmias y giros que articulan espacios dinámicos de densidad variable.
Esto se hace visible con nitidez en el gran políptico que compone Los días con Pessoa, formado por pequeños cuadros alineados en series, en los que densos juegos de líneas dan cuerpo a diferentes patrones geométricos, inspirados en parte por los esquemas ornamentales de la arquitectura portuguesa.
Un denominador común recorre todas estas series: todas avanzan hacia la claridad, pues proyectan una luminosidad creciente en su lectura horizontal. Aquí es donde se revela una de las claves en el trabajo de Sevilla, pues su búsqueda analítica produce espacios poéticos alejados de la frialdad que supondríamos en un ejercicio tan mecánico.
La frase El pensamiento al madurar es igual que el sol cuando amanece, que da título a la muestra, es un verso del poeta chino Lu Ji (261 – 303).