En constante diálogo con movimientos y estilos de diferentes épocas, y convergiendo con otras formas de expresión (artes plásticas, arquitectura, diseño, música), la obra de Pérez Villalta continúa asentada en los mismos principios –geometría, espacio, luz, vacío–; se deleita en los valores pictóricos –la pincelada, el color con mezclas y veladuras complejas– y se muestra más abstracta en su interpretación.
Se concreta de esta forma la relación entre forma y contenido, equilibrada unas veces, tensionada otras. Perspectivas llevadas al límite, puntos de fuga combinados, geometrías fantásticas, reinterpretaciones, ciudades ideales, visiones oníricas… Ambientes metafísicos de serenos cielos bajo los que explora los “espacios residuales”, los intersticios de aquellos temas que le interesan.
Unos, de naturaleza artística (los placeres de la cultura, la belleza, lo clásico y lo contemporáneo, abstracción y figuración, lo real y lo imaginado, verdad y verosimilitud). Otros, de carácter personal (razón y sentimiento, individual y colectivo, masculino y femenino, amor y sexo, soledad y compañía). Y de orden espiritual o filosófico (sagrado y profano, religiones, ritos, mitos, creencias, alegorías, sueños). Y como una sombra que lo cubre todo, la fugacidad, la eternidad, la melancolía por el paso del tiempo.
La subjetividad
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«En los últimos años ha habido una cuestión sobre la que he reflexionado con frecuencia: la subjetividad. En mi perpetua búsqueda de la belleza, ya desde joven cuando la encontraba creía compartir el hallazgo. Pero no era así, pues las miradas de soslayo parecían decir: “este chico es un hortera”. No sólo ocurrió cuando empecé a coleccionar jarrones de los años 50, por ejemplo, sino cuando decía que me gustaba Ingres, algunos orientalistas o Alma-Tadema. Así que aquellas obras hechas con entusiasmo pensando que eran bellas, para muchos, al principio de la década de los 70, eran simplemente de mal gusto y poco modernas. Cierto artista conocido dijo de ellas: “parecen del Rastro”.
Esta cuestión, pues, de la subjetividad, no podemos sino aceptarla, ya que es lo único que tenemos en nuestro pensamiento. La objetividad no es otra cosa que una serie de convenciones, de certezas necesarias; pero la subjetividad nace de mirar con algo de escepticismo creativo, y lejos de otra convención: el pensar que el escepticismo es estéril. Porque la duda es creativa.
Quitando la geometría y las matemáticas, pocas cosas nos dan cierta garantía de certeza. Fueron ellas dos, quizá, las primeras en darme alguna gratificación en mi continua especulación en pos de la Belleza-Placer».
(Guillermo Pérez Villalta, extraído del catálogo de la exposición)