La ovetense ha ido conquistando una suerte de distanciamiento con respecto a la escena de nuestros días, manteniéndose ajena a la sucesión de modas, a las estrategias curriculares o del mercado, y sobre todo a las urgencias que cada vez más imponen en el terreno artístico una pátina frívola o, en el peor de los casos, banal.
Comisariada por Óscar Alonso Molina, la selección incluye 66 obras, desde los primeros ochenta a sus últimas obras inéditas, realizadas expresamente para la muestra y finalizadas en este 2022. En el conjunto se hallan buena parte de sus proyectos más ambiciosos, aquellos que han supuesto un hito en su trayectoria. Destaca, por ejemplo, el friso de cinco metros prestado por la Junta Principal del Principado, así como el nutrido conjunto de piezas que el propio Museo alberga en sus fondos.
La relación de la sensibilidad con la naturaleza está en el núcleo de la poética de Rodríguez, y sobre ella ha trabajado a partir de estudiar y convertir en inspiración diversos motivos paisajísticos, estructuras minerales, tipologías geológicas, ecosistemas acuáticos o vegetales… Así, desde los farallones y estratos pizarrosos de primera época, que remitían a los recuerdos de su infancia en el occidente asturiano, hasta la atención minuciosa, casi obsesiva, que por medio de una mirada a ras de suelo presta a las más humildes plantas, la escultora se ha convertido en una intérprete del mundo natural en todas sus escalas.
El montaje de la muestra evita la rigidez de la mera secuencia cronológica lineal, de tal modo que el espectador puede seguir su trayectoria por núcleos de trabajos coetáneos, al tiempo que puede establecer por sí mismo conexiones y paralelismos, saltos en el tiempo, reflejos y ecos entre momentos distantes en su producción. De esta manera comprobará cómo su obra, aun formalizándose de manera muy diversa con el paso de los años, ha girado desde el principio en torno a un puñado de intereses, tratados en cada momento de manera distinta. Tales saltos diacrónicos, que transportan hacia atrás y adelante en el tiempo, dan pie al título de la muestra. Porque, como recuerda Óscar Alonso Molina, «es en un abrir y cerrar de ojos que han pasado estos cuarenta años, y porque en ese instante, con su paciencia infinita, con su discreción y suave constancia, con su silencio, María Jesús Rodríguez ha llegado tan lejos sin moverse de su sitio».
Entre lo macro y lo micro
Un mundo de contrastes entre la mirada macro y micro, entre la presencia monumental y lo abarcable entre las manos han dominado el montaje de esta retrospectiva. Justo 40 años después de que la homenajeada expusiera en el Bellas Artes por primera vez vuelve a la principal pinacoteca asturiana con toda una trayectoria que mostrar.