Corrección surge de un aparente error del que se percató el artista mirando los planos del Pabellón de España respecto a su localización en los Giardini. En ellos, el edificio aparece ligeramente desplazado respecto a los pabellones vecinos: Holanda y Bélgica, apreciándose, además, una inquietante proximidad con este último, donde los muros de ambos parecen tocarse. Partiendo de aquí, Aballí abraza la hipótesis de que su ubicación actual sea una anomalía y se pregunta qué pasaría si lo moviéramos hasta alinearlo con el resto de edificios colindantes y qué cambios implicaría esta modificación.
Como consecuencia, el proyecto “construye” de nuevo el interior del Pabellón girándolo 10 grados para alinearlo con los edificios contiguos. Una intervención de su arquitectura que trastoca la memoria en términos espaciales y que modifica el espacio de exposición, su ubicación y su relación con la propia ciudad. El visitante se encuentra un espacio repensado en el que se mezclan las paredes originales, que no se han tocado, convertidas en material en desuso, con las paredes nuevas resultantes del “giro” que ha realizado el artista.
El proyecto se completa con la edición de seis libros sobre Venecia que pretenden corregir lo que habitualmente conocemos como guía turística de la ciudad. El artista identifica otro aparente error en relación a la ciudad: Venecia es una de las ciudades reclamo más visitadas del mundo y, a su vez, afronta serios problemas debido al turismo masivo. Esa contradicción, sumada a la pandemia que ha llevado a la ciudad a estar “erróneamente” vacía, como si eso fuese una anomalía, conduce al artista a mirarla desde otra óptica: una Venecia que desacelera la visita rápida del turista habitual para detenerse en todo aquello que centra la práctica artística de Aballí.
Las seis guías gratuitas han sido distribuidas en diferentes puntos de La Biennale y de la ciudad. A ellas se añade un mapa que informa de dónde se ubica cada una de las mencionadas publicaciones y que se podrá recoger en el Pabellón de España. Sus temáticas giran en torno a:
– Casi, o un recorrido conceptual por el Pabellón, la Bienal o la ciudad. Trata de la imposibilidad de retener un significado definitivo y de no dar nada por sentado.
– Inventario, o un recorrido por sus calles atentos a las diferentes tonalidades de las paredes. Venecia a través del color de sus casas.
– Historias. Diapositivas de Venecia recopiladas por Aballí que muestran obras de arte, otras ciudades y otros viajes, y que aparecen decoloradas por el sol de su estudio. Han sido reunidas en este volumen para hablar de la saturación visual a la que puede llevarte la ciudad y la propia Bienal.
– Panorama. Venecia vista en sus detalles y en un sinfín de materiales sin valor susceptibles de ser obras de arte. Un relato sobre la ausencia.
– Horizontes. Paisajes de cielos y mares que se funden en el horizonte veneciano extraídos de recortes de periódico. El cielo como gran vacío inabarcable y el mar como travesía inalcanzable.
– Paisaje. Textos que clasifican conceptos y fenómenos atmosféricos. Lo probable, pero no imposible, en una sola imagen, mostrando el lado invisible del paisaje.
En el origen de todo
Por Bea Espejo
Dice la teoría de los errores que el desajuste está en el origen de todo. La física lo constata: el universo se basa en una errata. La cantidad de materia y de antimateria deberían haber sido iguales y, sin embargo, un desequilibrio entre ambas originó el Big Bang. Nada existiría sin esa infinitesimal avería. Una pequeña cojera casi invisible sobre la que oscila casi todo. Desequilibrar para reequilibrar, decía Robert Bresson proponiendo otra manera de mirar. En ella se instala el trabajo de Ignasi Aballí. Todas sus obras son un desafío a la percepción del espectador, también Corrección.
El punto de partida es aparentemente sencillo: girar el Pabellón de España. Ubicado en una de las esquinas de los Giardini, próximo a la entrada del recinto de la Bienal, el edificio aparece ligeramente desplazado respecto a los pabellones vecinos, Bélgica y Holanda. Desde ese rincón parece un Pabellón ciego. En ese aparente error recaló Aballí mirando los planos. Por un lado, en la inquietante proximidad con Bélgica, donde los muros de ambos pabellones parecen tocarse. Por otro, en el espacio desaprovechado que queda en la parte trasera al Pabellón de España, en la Calle Paludo. En la supuesta idea de que la ubicación actual fuese una anomalía, ¿qué pasaría si se moviera el Pabellón hasta nivelarlo con el resto de edificios colindantes? Y, ¿qué cambios implica dicha corrección?
Partir de un supuesto error en la ubicación del edificio, cuando es el espacio del país que representas, es un gesto de por sí osado. No lo es menos ejercer de corrector en un contexto como la Bienal de Venecia. Pretender girarlo para ponerlo al nivel espacial de los demás provoca una desviación aún mayor de la que ya existe, no solo física, sino también simbólica. El espacio original de exposición se desdibuja convirtiéndose en otro mucho más confuso y laberíntico, lleno de vueltas y rodeos. ¿No ocurre eso cuando a menudo visitamos las bienales? El giro que propone Ignasi Aballí es, además, un movimiento mínimo pero titánico que se abre a una de las contradicciones intrínsecas de su trabajo: eso de que todo está hecho y solo es posible rehacer. Lo de querer hacer lo menos posible y acabar haciendo más de lo que quería.
La correlación de la idea de corrección con otras afines tampoco es baladí. Enderezar, poner recto, enfilar, derechura… todo sobrevuela el sentido de lo propuesto aquí. ¿Por qué corregir un pabellón que otro ha dado por válido? ¿Por qué compararse con el vecino? ¿Para qué ese esfuerzo para perder espacio? ¿Por qué desaprovechar el espacio del pabellón? En ojos de Aballí tiene que ver con quien levanta una ceja ante un bote de pintura sin saber muy bien qué hacer con él. En sus manos, el error y la corrección son materiales de trabajo como el polvo, la rutina, el típex o los recortes de los periódicos. En su interés por ampliar los límites tradicionales de lo pictórico mira atento cómo algunos materiales pueden llegar a convertirse en otra cosa, siempre dando las mínimas pistas y sin hacer, apenas, concesiones. Así es el mapa que ubica los seis libros de Aballí sobre Venecia, la segunda propuesta planteada para la Bienal. Pequeñas guías que también corrigen la imagen más turística de una ciudad a ratos tan torcida como lo está el Pabellón de España respecto a sus edificios vecinos.
Todo el proyecto lanza más preguntas que respuestas. Funciona a la vez como metaexposición y como desaparición. También parte de un posible error para provocar otro mayor, un error doble. La imposibilidad de que los dos espacios puedan convivir sin que ambos hagan concesiones. La tentativa de compararse a los demás sabiendo que esa ruta no lleva a ningún sitio. La invitación a salir de los Giardini para buscar unos libros gastando seguramente el tiempo para ver la Bienal. La expectativa curricular de llegar a un evento como el de Venecia y desaprovechar el espacio expositivo. El juego visual de dejar el pabellón aparentemente vacío y, a la vez, extremadamente lleno. Un pabellón que revela una imagen desencajada de España que, a su vez, es el habitual paisaje de Venecia.