La Academia guarda en sus colecciones la copia hecha por Velázquez de la Santa Cena de Tintoretto, que se conserva en San Rocco de Venecia. Este cuadro lo regaló el pintor a Felipe IV a su regreso del primer viaje a Italia (1629 – 1632) y estuvo en la zona privada de las dependencias reales del Alcázar de Madrid. Posteriormente pasó al Palacio del Buen Retiro y durante los años de ocupación napoleónica fue uno de los cuadros seleccionados para el proyecto de gran museo concebido por José Bonaparte para el Palacio de Buenavista, que no se concluyó. De allí pasó a la Academia y desde entonces ha sido objeto de diferentes valoraciones por parte de los especialistas.
A la rica colección de vaciados escultóricos procedentes de Roma traídos por Velázquez, que ya fueron estudiados con motivo de la exposición Velázquez: esculturas para el Alcázar (2007), se ha sumado recientemente la identificación de una serie de diez cuadros de pequeño formato atribuidos al pintor Luigi Amidani (1591 – 1629), procedentes del noviciado de los jesuitas de Sevilla, que representan los martirios de los apóstoles.
Amidani fue el pintor de los Farnese en Parma y acompañó a Velázquez durante su primer viaje a Italia. El encuentro de los dos pintores debió ser decisivo para el traslado de Amidani a España, donde se ha localizado parte de su obra. Sus cuadros de la serie del apostolado fueron muy apreciados, pero es ahora cuando se exponen por vez primera en relación con el viaje velazqueño.
Del segundo viaje de Velázquez a Italia (1649 – 1651) la Academia tiene, desde sus orígenes en 1744, siete vaciados que se salvaron del incendio del Alcázar de Madrid diez años antes. Son copias en yeso de algunas de las más famosas esculturas de Roma que el pintor sevillano obtuvo allí cumpliendo el encargo de Felipe IV. Hoy se atesoran como obras sobresalientes de las colecciones académicas y como testimonio de una larga trayectoria en la formación de numerosas generaciones de artistas. Son estas esculturas las únicas que se conservan en yeso de las 35 adquiridas por Velázquez a través de un complejo entramado de permisos y contratos, que han dejado una abundante traza documental en los archivos italianos y españoles.
La adquisición fue posible gracias a las gestiones en Roma del agente curial Juan de Córdoba (h. 1610 – 1670), con la asistencia del escultor Giuliano Finelli, quien se desplazó expresamente de Nápoles a Roma para este fin. De los vaciados se conservan los documentos notariales de los encargos, precios y detalles técnicos que se exigieron a los formadores y escultores Girolamo Ferreri, Orazio Albrizio, Pietro del Duca, Cesare Sebastiani y otros. El gran protagonista de esta operación fue Juan de Córdoba, cuyo retrato pintado por Velázquez se expone por vez primera en España junto con algunas de las esculturas en cuya adquisición había participado.
Completan la relación de obras de Velázquez que posee la Academia el retrato de Felipe IV, perteneciente a una serie muy estudiada y conocida, así como el del cardenal Gaspar de Borja y Velasco, único dibujo del maestro sevillano identificado con certeza. Se presenta, de este modo, una selecta colección de obras singulares que ilustran los dos viajes que Velázquez hizo a Italia.
En el catálogo de la exposición se explican y documentan numerosos aspectos del ambiente que en Italia conoció el aposentador real, los personajes que trató y el entramado de negocios, permisos y favores que requería su misión.