Desde una mirada retrospectiva, la muestra permite adentrarse en el panorama del arte moderno y contemporáneo de Guatemala, e invita a recorrer la metamorfosis creativa experimentada por la artista entre 1960 y mediados de la década de 1990, algo que queda plasmado también en los múltiples cambios de nombre con los que firmaba sus obras.
Desde mediados de la década de 1960 y principios de la siguiente, Azurdia incursionó en las formas geométricas inspiradas en los diseños textiles indígenas, que aplicaba principalmente a la pintura. Su serie Geométricas fue expuesta en la Galería DS de Ciudad de Guatemala en 1968. Dos años más tarde recibió una mención honorífica en la X Bienal de São Paulo por su serie Asta 104 (1969) –pinturas escultóricas de grandes dimensiones–, como cuestionamiento de la propia disciplina.
Al igual que otros artistas latinoamericanos activos en ese momento, y en línea con las preocupaciones formales y conceptuales internacionales, se interesó por integrar al público de manera activa en sus obras. En la II Bienal de Arte Coltejer (1970, Medellín) dejó atrás su trabajo eminentemente pictórico y se adhirió al espíritu de la época con la instalación Por favor quitarse los zapatos, un cubículo que invitaba al público a descalzarse para caminar sobre arena húmeda, adentrándolo en una experiencia sensorial que facilitaba una desconexión espacio-temporal. En la siguiente edición de esta Bienal (1972) despuntó su serie de esculturas de mármol móviles, sujetas a las pulsiones de los espectadores.
Entre 1971 y 1974, Azurdia realizó una serie de esculturas conocida como Homenaje a Guatemala. Compuesta por 50 tallas directas en madera encargadas a artesanos especializados en figuras religiosas, el resultado es un conjunto de montajes con objetos artesanales, figuras zoomorfas y mujeres ataviadas con botas, fusiles y frutos tropicales que evocan los altares de los pueblos del altiplano guatemalteco, donde se hace evidente el sincretismo cultural y religioso que impregna la compleja historia de su país. Tres de ellas, unificadas bajo el título de El rito, fueron expuestas en la XII Bienal de São Paulo. Estas esculturas son muestra de una de sus transformaciones más radicales, que abrió su tránsito hacia nuevos modos de expresión.
En 1974, la artista se trasladó a París. Allí comenzó a asistir a círculos de mujeres artistas que le animaron a trazar un antes y un después en sus propias concepciones, y se impregna de los nuevos feminismos y de las corrientes de la danza posmoderna y el body art, llevando a cabo sus primeros poemas, dibujos y libros de artista.
A su retorno a Guatemala en 1982 conoció a los artistas Benjamín Herrarte y Fernando Iturbide, con quienes formó un grupo de danza experimental llamado Laboratorio de Creatividad, en el que canalizaron sus inquietudes por la exploración del movimiento, los orígenes del ritual y las danzas sagradas. Tras su disolución en 1985, Azurdia continuó explorando el paradigma entre arte y espíritu impartiendo talleres y profundizando en las ideas del cuidado y la sanación vinculadas con la naturaleza y el medioambiente, derivas que también se reflejan en la pintura de los últimos años de su carrera, plenas de desconcertantes trazos espontáneos que reflejan el rebrotar de las sensaciones y memorias que marcan su historia personal.
En suma, esta gran exposición presenta la obra singular de una figura de espíritu inquieto, lúdico y transgresor que atraviesa el contexto artístico guatemalteco de la segunda mitad del siglo XX.