Alcalá 31 reúne algunas de sus piezas más célebres, fechadas entre 1990 y 2001. Esta última década de producción estuvo marcada por el dominio del espacio, en una concepción neobarroca, y por la recuperación de la figura humana como elemento central de trabajo. Su vocación existencialista, su cualidad emocional y su reivindicación del truco, de la suspensión de la incredulidad, determinaron la ficción como una característica fundamental del arte contemporáneo, avanzando un cambio que será esencial dentro del arte en el siglo XXI.
Colgado entre dos siglos, su trabajo se alza como puesto de avanzada del giro especulativo que caracteriza al arte en el presente inmediato. A pesar de su fascinación, su inteligencia crítica le permitió advertir los inquietantes peligros que la ficción conlleva. «En los años 90, Muñoz ha abrazado la figuración, que no era común entonces en la escultura, y lo hace mostrando situaciones de gran tensión emocional. Lo más avanzado a su tiempo fue pensar que la ficción podría tener un efecto transformador sobre la realidad, algo que ha marcado la cultura de las últimas dos décadas», asegura Manuel Segade, comisario de la exposición, exdirector del Dos de Mayo y ahora director del Museo Reina Sofía.
La trayectoria de Juan Muñoz se truncó en el momento de su máximo apogeo, después de inaugurar su gran instalación en la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres. De ahí que la muestra de la Sala Alcalá 31 tome su título de una cita de la poeta rusa Anna Ajmátova (1889 – 1966) que el escultor recogió en una de las últimas notas de sus cuadernos de preparación para la muestra en el museo londinense. Aquella instalación constituyó la cima de su trayectoria y un hito en la historia del arte contemporáneo español: ningún artista había alcanzado en las últimas décadas su notoriedad internacional, en una trayectoria fulgurante desde su primera exposición en 1984 hasta su fallecimiento a los 48 años de edad.
Esta exposición tiene su continuidad en el Museo Centro de Arte Dos de Mayo con una muestra titulada La hora violeta, que hasta el 7 de enero de 2024 muestra diversas instalaciones, esculturas, dibujos y pinturas de su primera década de trayectoria, la menos conocida.
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Teatro barroco
Manuel Segade destaca que la muestra está concebida a modo de una instalación de instalaciones, donde la singular arquitectura diseñada por Antonio Palacios para el Banco Mercantil e Industrial, hoy Sala Alcalá 31 –con la recuperación patrimonial del ventanal de fondo–, se convierte en el elemento central del acontecimiento: gracias a su doble altura y a la multiplicidad de puntos de visión, el espacio se convierte en un teatro barroco de la representación que se vuelve sobre sí mismo. Una serie de piezas e instalaciones se suceden en el interior: unos barcos suspendidos, unas mesas preparadas para el engaño en el juego, balcones o tambores inalcanzables. Los pasillos de las galerías superiores señalan umbrales, figuras que contemplan su reflejo enmascarado en un espejo o un coche accidentado que guarda una inquietante arquitectura en su interior.