El nuevo espacio se inaugura con la exposición Miradas y formas, un proyecto que propone un encuentro entre artistas de distintas generaciones con los que Maisterravalbuena trabaja desde hace años, como Jacobo Castellano, Regina de Miguel o Néstor Sanmiguel Diest; otros internacionales como Eva Lootz, N. Dash o Jean-Luc Moulène y artistas históricos con los que se propone un diálogo entre el presente y la memoria como Luis Gordillo.
Los galeristas explican así la genésis de este nuevo espacio y de la muestra con la que se inaugura: «La galería es el espacio de experimentación original, el primer espacio donde el galerista crea el contexto necesario para que las obras de arte expresen significado. La asociación profesional entre artista y galerista deviene en emocional al momento de coincidir en modos de entender y ejercer la profesión, las miradas y formas que compartimos. Sin salir del barrio, sin movernos apenas de manzana, con cerca de cien proyectos realizados, hemos ido construyendo un lugar de encuentro a pie de calle, para el coleccionista y la institución, con la obra y con el artista. La idea de compartir es uno de los pilares de la galería y de esta exposición, no como discurso unidireccional, sino como propuesta activa de intercambio en este sitio concreto y con un cuerpo específico, siempre cargado, y al que debemos dar el contexto para lograr la producción de significados, o más precisamente, para hacer de ese proceso un acto común».
En la organización de esta exposición, que también cuenta con obras de José Luis Alexanco, Silvia Bächli, María Luisa Fernández y Liz Larner, han colaborado la Galerie Chantal Crousel (París), Galerie Max Hetzler (Londres) y Mehdi Chouakri (Berlín).
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Según sus arquitectos
Por Andrea y Galo Carbajo
En la galería de Pedro Maisterra y Belén Valbuena tomamos como punto de partida simbólico los colores de su antiguo espacio y los colores del edificio que aloja su nueva sede, situado en la calle trasera del Museo Reina Sofía. Nuestro trabajo fue facilitar el encuentro entre esos dos mundos. El encuentro es algo importante en este proyecto, tanto a nivel programático, ya que está diseñada para ofrecer una experiencia lo más acogedora y natural posible –casi doméstica–; como a nivel constructivo, estando los elementos de la arquitectura concebidos como piezas que se conectan entre sí. Mamparas, puertas y ventanas, zócalos, rodapiés… son partes de un lenguaje que escribe una arquitectura colorida pero discreta, dibujada con cautela sobre las paredes siempre blancas.
Los amplios huecos en la fachada se abren de forma regular en tamaño y distancia entre sí, con un acceso para personas a un lado y otro de mercancías en la parte central. Para bloquear la entrada de luz a la sala de exposiciones se coloca una pieza que agrupa el almacén de obra y los despachos de dirección en una posición centrada, rodeable y protagonista por estar próxima a la fachada. De esta forma se facilita el acceso al almacén desde la calle y se genera una doble circulación que ofrece distintas situaciones lumínicas y de percepción visual que enriquecen la experiencia de recorrido desde los espacios públicos a los espacios privados. Además, el pasillo en fachada funciona como escaparate para el barrio, abriendo el negocio privado a la vecindad.
La sala de exposiciones tiene una geometría compleja y difícilmente recordable, lo que ayuda a mantener el efecto sorpresa cuando se produce un cambio de propuesta expositiva. Las zonas privadas se plantean como espacios de carácter doméstico, cómodos y agradables, ricos en el juego de los elementos arquitectónicos, que se dibujan significándose en las paredes blancas.