Para García Domènech, la misma pasión que sentía Böcklin por la mitología o Baudelaire por los relieves cartográficos de las arrugas de las prostitutas viejas es la que expresa Ceerre con elementos que nos remiten al origen: el carbón, la tinta de un periódico, un lápiz, etc.: «El carácter fundamentacional de esta obra se muestra con formas esenciales y primitivistas que repercuten en nuestra mente estimulando los resortes más abstractos de la imaginación. El resultado es una realidad que place en su aglomeración eufórica y disciplinada».
El artista muestra un interés genuino por los elementos básicos de la imagen y la génesis de la expresión plástica. En sus obras se difuminan los límites entre el dibujo y la pintura. Ceerre persiste en las estéticas del marcado, del residuo, de lo que se deja atrás. Extrapola este evento a su entorno y establece una relación entre el espacio público, la noción de autoría y el acto del borrado.