Mediante su inagotable exploración de la naturaleza, la estética y las diversas culturas, Isabel Muñoz (Barcelona, 1951), Premio Nacional de Fotografía 2016, hace partícipes de ese universo suyo tan particular, tan ligado a las emociones, tan esencial, que llega a convertirse en un lenguaje definido y propio. Imposible no reconocer en su trabajo las universales formas del amor, las manifestaciones de un eterno deseo.
La artista sueña con geografías humanas y humaniza geografías arcaicas. Piel y tierra. Tierra y piel. Escenarios para la exploración de la belleza sensorial que traslada a sus fotografías a través de sofisticadas técnicas que realiza con singular maestría.
Así, la platinotipia –un proceso de positivado original del siglo XIX en cuya labor Muñoz es notoriamente reconocida– le permite incorporar texturas y color a las fotografías, añadiendo así a la piel una nueva sensualidad. La tepetipia, que incorpora arena en la obra fotográfica, aproxima al espectador simbólica y físicamente al lugar de donde procede la imagen.
En esta muestra, la fotógrafa incluye algunas muestras del trabajo que ha realizado en el yacimiento arqueológico de Göbekli Tepe (Turquía), un santuario de hace más de 11.000 años considerado el templo más antiguo del mundo (6.000 años antes que Stonehenge). Además, prepara para octubre una exposición en el Museo Nacional de Antropología sobre algunos de los sitios arqueológicos más importantes de Turquía, entre los que, por supuesto, estará Göbekli.
Este trabajo ha sido posible gracias al embajador de España en Turquía, Javier Hergueta, al profesor Necmi Karul y al director del Museo Pera de Estambul, Özalp Birol.
– ¿Quiere consultar el catálogo de La piel y la tierra?
La piel
El paisaje del cuerpo humano, diverso, desnudo, adornado, en movimiento, en reposo o expectante, cataloga una antropología de sentimientos que atraviesan el tiempo y el espacio. Cuando el ser humano se despoja de ropajes que le sitúan en una época y en un contexto social determinado se revela su sentido universal. Desde la desnudez expresiva de formas estilizadas de bailarines clásicos o rituales, hasta la imprimación tribal pletórica de significados se identifica un lenguaje que, sin contener palabras, se vuelve inteligible.
La tierra
Muñoz desvela en las construcciones simbólicas más antiguas de la humanidad la telúrica arqueología de los sentimientos. Arcaicas estructuras de formas circulares con ornamentaciones de tipo animal, abstracto e incluso antropomorfo. En esta tierra remota parece habitar todavía el pensamiento mágico de los enigmas de nuestra especie. La artista traduce en imágenes cargadas de sensualidad el significado, todavía desconocido, de aquellos rituales misteriosos. Estas obras, realizadas durante la noche, exteriorizan grafismos y texturas que son imposibles de detectar bajo la luz del sol. El resultado es inquietante, hermoso, casi espectral.