El exotismo inspirador de los países lejanos, tan en boga en el arte y la literatura europeas de finales del siglo XIX, dio a la ópera algunos antecedentes directos de Madama Butterfly: mujeres fascinadas con el hombre occidental, seductor y poderoso, que traicionan, por amor, su tradición y su cultura, pagando con su vida esa transgresión, como sucede con las protagonistas de La africana (1865) de Giacomo Meyerbeer o Lakmé (1883) de Léo Delibes.
Madama Butterfly es la sexta de las 10 grandes óperas de Puccini y su tercera colaboración con los libretistas Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, con los que ya había trabajado en La bohème y Tosca, siempre con gran tensión, disputas y desavenencias provocadas por el carácter difícil y obsesivo del compositor.
El libreto tiene una dureza inaudita, contraponiendo la naturalidad con la que se negocia la compra y venta de una joven pobre e inocente para complacer los deseos sexuales de un marino estadounidense, con la tragedia que vive la protagonista, enamorada de su seductor “marido” extranjero que la va a liberar de la miseria en la que vive.
Para conceder a la partitura la atmósfera oriental, Puccini estudió el folclore japonés, los timbres de sus instrumentos, la sonoridad de las voces, los temas, ritmos y escalas más utilizados, articulando todas estas influencias con la música europea, en una relación finísima y sutil con la dramaturgia del libreto y la caracterización de los personajes. Este exotismo musical potencia la riqueza tímbrica y armónica de su escritura orquestal, siempre refinada y fluida, con hallazgos expresivos de gran belleza y plasticidad.
Turismo sexual
Para el director de escena Damiano Michieletto, este mundo sonoro orientalizante que atraviesa toda la obra no precisa ser reforzado con kimonos, biombos o abanicos japoneses que alejan, enmascaran y embellecen el terrible sufrimiento de la inocente Cio-Cio-San.
Para Michieletto, «en la obra hay una dosis de tragedia, y lo que he hecho es llevar al extremo ese lado trágico sin dejar de ser fiel al relato. Desde el teatro griego a Shakespeare las tragedias implican siempre crueldad y, en este caso, esa crueldad se ceba en Butterfly. La tragedia es la ingenuidad de este niña, que está dispuesta a perderlo todo solo por ese amor. Y también cuenta el cinismo que hay al otro lado. La violencia de quien ejerce la dominación porque puede, y lo aprovecha para engañarla ocultándole lo que realmente es una compra».
En la producción concebida para el Teatro Regio de Torino, Michieletto sitúa la trama en la actualidad, en los suburbios de una bulliciosa ciudad asiática con carteles y letreros de neón concebida por el escenógrafo Paolo Fantin, donde habita Cio-Cio-San, refugiada con sus sueños juveniles en una habitación de plexiglás.
Cuatro cantantes encarnan a esta joven trágica, que se hace mujer a lo largo de la ópera: Saioa Hernández, Ailyn Pérez, Lianna Haroutounian y Aleksandra Kurzak. El ingrato papel de Pinkerton será asumido por los tenores Matthew Polenzani, Charles Castronovo, Michael Fabiano y Leonardo Capalbo. Completan el cuarteto protagonista las mezzosopranos Silvia Beltrami, Nino Surguladze y Gemma Coma-Alabert, como Suzuki, y Lucas Meachem, Gerardo Bullón y Luis Cansino, como Sharpless.
Madama Butterfly vuelve al Real después de las 42 funciones con puesta en escena de Mario Gas, en la producción con más reposiciones desde la reinauguración del Teatro. La ópera llega ahora con el enfoque diferente y complementario de Michieletto, que interroga sobre la crueldad, el dolor, la humillación y el desengaño que viven las víctimas del turismo sexual de antaño y de hoy, en Japón o en los rincones de nuestras ciudades.
– Las funciones de Madama Butterfly están dedicadas a Victoria de Los Ángeles, inolvidable intérprete de Cio-Cio-San, en el centenario de su nacimiento. En colaboración con su Fundación se expondrán en el Teatro Real vestidos de esta gran soprano.
– Además, el Real acogerá por primera vez una exposición de PhotoEspaña, titulada Puccini fotógrafo, que revelará la curiosidad y sensibilidad del compositor en la exploración del arte de retratar.
Depredadores
Las fuentes literarias de la ópera están fuertemente ancladas a una inquietante realidad: la impunidad con la que los hombres occidentales utilizaban sexualmente a las mujeres asiáticas. Ese es el tema de la novela Madame Chrysanthème (1887), en la que el marino francés Pierre Loti describe como la ley japonesa permitía a los oficiales de las armadas realizar matrimonios temporales con geishas, generalmente a través de una transición económica, que quedarían disueltos tras un mes de abandono por cualquiera de las partes.
Pocos años después, al otro lado del Atlántico, John Luther Long publica Madame Butterfly (1898), basado supuestamente en un caso real que conoció su hermana durante una estancia en Nagasaki. Este breve relato fue transformado en pieza teatral, con gran éxito, por el dramaturgo y productor David Belasco –que volvería a colaborar con Puccini en La fanciulla del West– que la presentó en Estados Unidos y en Londres. Fue ahí que Puccini vio la obra, con tal conmoción que al final de la misma propuso directamente a su autor la compra de los derechos para la creación de su ópera homónima.
Para Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, «la idea de que todo puede ser comprado, de que todo tiene un precio, se encuentra en la misma obra. Y a partir de ahí puede explicarse Madama Butterfly como lo que es: una historia de explotación sexual y, finalmente, de tráfico de niños, protagonizada por una muchacha soñadora, desprevenida, incapaz de darse cuenta de que está rodeada de depredadores que la quieren utilizar para satisfacer su libido o sus intereses económicos. No quiere rendirse ante la evidencia, encerrada en su sueño obstinado, hasta que la verdad le acaba estallando en la cara».