Producida por la National Portrait Gallery de Londres, la muestra presenta 140 imágenes y propone nuevas formas de contemplar su obra y la evolución del retrato fotográfico en los siglos XIX y XX. «Pone en relación –explica Sonia Martínez, directora adjunta del IVAM– la obra de estas dos artistas que vivieron con un siglo de diferencia. A pesar de ello, para ambas el medio fotográfico fue fundamental, desplazándolo a la categoría de arte, y compartieron ciertas temáticas, intereses personales y afinidades que esta muestra saca a la luz».
Para Georgia Atienza, conservadora de fotografía de la National Portrait Gallery, «tanto Woodman como Cameron produjeron obras profundamente arraigadas en la mitología y la narración de historias, y cada una hizo retratos de sus seres cercanos para representar dichas historias. Además, ambas exploraron el retrato más allá de su capacidad para plasmar la realidad».
Las dos desarrollaron carreras breves e intensas, de apenas quince años, y en la muestra se incluyen alrededor de cien obras de Woodman y cuarenta de Cameron. Con un planteamiento temático, los visitantes pueden descubrir su obra avanzando y retrocediendo en el tiempo entre el siglo XIX y el XX, y también dentro del lapso relativamente corto de años que cada una estuvo en activo. «Los temas utilizados exploran ideas como los ángeles, el uso del doble para reflexionar sobre la feminidad, la naturaleza o los mitos y arquetipos», explica Atienza.
Esta exposición se mostró entre marzo y junio en la National Portrait Gallery. Los retratos realizados por Woodman han sido cedidos por la Woodman Family Foundation de Nueva York, que ha colaborado estrechamente en su realización y en el catálogo que la acompaña.
Declaración de intenciones
Retratos para soñar se inicia con una declaración de intenciones, y es que tanto Cameron como Woodman se consideran desde un primer momento como artistas y quieren celebrar sus éxitos, como se puede ver en las dos imágenes que abren la muestra: una realizada por Cameron en la que se puede leer «mi primer éxito» (un retrato de Annie Wilhemina Philpot realizado en 1864) y un autorretrato de Woodman a los 13 años.
Ambas entendieron la fotografía como un medio, no tanto para registrar la realidad sino para construirla, defendiéndola como arte. Eran amantes de la literatura y huían de la perfección técnica, proponiendo imágenes deliberadamente imperfectas, y por ello sugerentes y transformadoras.