Utilizando tierra local, amarillo albero y tierras rojas de Huelva, la artista genera masas en el interior del museo para favorecer el reencuentro con la esencia de la naturaleza y, al mismo tiempo, cierra un círculo –un viaje de ida y vuelta– entre Europa y América a través de las plantas que llegaron del nuevo continente y hoy están presentes en todo el mundo. Morelos recuerda que «en las tradiciones andinas ancestrales el ser humano es tierra viva: soy un cuerpo, soy tierra. En el espacio de la exposición, la tierra se expresa a sí misma; es el centro y el espejo de lo que somos».

Para la ocasión, la Cartuja se ha despojado de todo adorno y ha recuperado casi su apariencia primera, un espacio en sombra, de recogimiento, en el que la voluptuosidad de la pieza de Morelos, pura naturaleza boyante y vibración, aporta la luz para realizar el otro viaje, el simbólico de la oscuridad de la caverna platónica a la iluminación de la razón. «Pareciera que el monasterio estaba predestinado a recibir la obra de Morelos para recuperar una memoria sensorial perdida», explica Jimena Blázquez, comisaria de la muestra y directora del CAAC.

La intervención de la artista transforma estos espacios monumentales en un laberinto que simboliza un gran útero. Su obra, vista como una iglesia dentro de otra iglesia, insta a reflexionar sobre la relación humana con la tierra, su material fetiche, subrayando su sacralidad y la urgencia de su conservación.


Esta muestra cuenta con la colaboración de la Embajada de Colombia.

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– Jimena Blázquez Abascal: La danza cósmica al compás de los abismos del alma

Madre Tierra

La obra de Delcy Morelos no invita a reflexionar, impele a hacerlo, absorbe y conecta con las entrañas de la tierra para re-conectar con los orígenes. A través de esta experiencia sensorial, la artista reaviva el diálogo con la madre tierra y confronta con la urgencia de cuidar y respetar la tierra, esa que ella modela para crear un refugio, similar al vientre materno, Madre Tierra, apelando a su valor femenino y ecológico.