De formación autodidacta, la carrera de Errázuriz se ha desarrollado siempre en Chile, a cuyo contexto político y sociológico remite continuamente su obra. Sus imágenes, fuertemente comprometidas, dan voz a quienes no suelen ser escuchados. Movida por su interés en explorar la realidad de aquellos que se encontraban al margen de la sociedad, se lanzó, prácticamente sin ningún referente, a fotografiar niños, ancianos, hombres y mujeres recluidos en psiquiátricos, transexuales, prostitutas, individuos que dormían desprotegidos en la calle y, ya más recientemente, indígenas americanos.

Se adentra así en los rincones más incómodos de la cotidianidad chilena, presentando a aquellos que, desde el margen, marcan, aún sin un deseo explícito de crítica, distintas formas de resistencia ante las normas impuestas. En sus imágenes muestra permanentemente una fuerte conciencia social, una gran relevancia conferida a la postura ética ante el mundo, así como un profundo sentido de respeto y proximidad hacia las personas retratadas y los asuntos que le han preocupado.

Su trabajo es, en suma, una ventana a la vida de aquellos que viven en los márgenes, una constante exploración de la humanidad en sus diversos estados y formas. Un testimonio potente y conmovedor de las luchas y bellezas de la vida.

En 2014, Paz Errázuriz recibió la Orden al Mérito Pablo Neruda y el Premio PHotoEspaña en 2015, año en el que también representó a Chile en la Bienal de Venecia. En 2017 le fue concedido el Premio Nacional de Artes Plásticas de Chile. Su obra se encuentra en colecciones como, además de MAPFRE, la de la Tate Gallery de Londres, el MoMA de Nueva York o los museos Guggenheim y Nacional de Bellas Artes de Chile.


Esta exposición, comisariada por Carlos Gollonet, conservador jefe de Fotografía de Fundación MAPFRE, forma parte de la programación oficial del Festival PhotoESPAÑA.

Pertenencia

El trabajo de Errázuriz comienza en la segunda mitad de la década de 1970 en Chile, país sometido a la represión del régimen de Pinochet (1973-1990), y llega hasta el presente. Sin querer definirse como cronista de un momento concreto, durante esos años se centró en documentar a aquellos que de alguna manera eran ignorados por el régimen. «[…] lo que fotografío tiene que ver con las personas que no están al centro, sino afuera, siempre subordinadas al poder», dijo en una entrevista en el año 2004.

Desde sus comienzos, en el trabajo de la artista existe un constante apego hacia los sujetos y realidades que aborda, convirtiendo el cierre de una obra en un proceso complicado. Buena parte de sus retratados pertenecen a una comunidad o tienen formas de vida particulares, espacios a los que ella, al menos en el momento de realizar sus fotografías, también desea pertenecer.