Estos viajes formaban parte del encargo que le encomendó la editorial Blume, especializada en libros de arte, fotografía y cultura, para ilustrar catálogos de arte popular americano. Si bien las fotografías que se usaron en estas publicaciones se centraban en la producción de los objetos, Català-Roca, fiel a su mirada, capturó muchas otras que retrataban las condiciones y formas de vida de una sociedad tradicional en vías de desaparición. Fotografió los paisajes y las personas de los lugares que visitó, sus formas de producción artesanal, mercados, tradiciones y ritos.

Estas fotografías, tanto impresas como proyectadas, se presentan en diálogo con una selección de 44 piezas de la colección del Museo de América, que dan muestra de la riqueza y variedad de técnicas realizadas por los artesanos americanos. La combinación permite, a través de diferentes formatos, acompañar a Català-Roca por este viaje reconstruido en el tiempo.

Entre los ejemplos de la colección seleccionados conjuntamente por la comisaria de la exposición, Lia Colombino, y el equipo del Museo se encuentran cerámicas (jarras, vasijas, platos), cestería (bolsa, peine, cestas y bateas), textiles (chaqueta, falda o las tradicionales blusas o ‘huipiles’), adornos (tocados de cabeza y de cintura, pulseras, máscaras), herramientas de trabajo (riendas, estribos, espuelas) y objetos vinculados con rituales (figuras, exvotos, láminas y pequeños altares), entre otros.

A este discurso se añade la documentación relacionada con los viajes (las cámaras empleadas, listados de fotografías seleccionadas por él mismo, positivos de época y recortes de prensa) y la publicación de los catálogos de artesanía popular que editó Blume (en forma de maquetas, planchas de grabados, contratos de edición y los propios catálogos), que han sido estudiados por la documentalista Núria Gil tanto en el archivo personal de Francesc Català-Roca como en el de la Editorial Blume, y que también se pueden ver en la muestra.

Entorno social

La fotografía de Català-Roca se caracteriza por captar su entorno social, político y cultural, mirando hacia los detalles de la cotidianidad. En sus viajes a América, aunque su objetivo era otro, no pudo dejar de hacer aquello que llevaba haciendo desde los años 40, pero ahora incorporando un elemento nuevo: el color.

En este caso, los protagonistas de sus instantáneas son las personas, hombres, mujeres y niños que se relacionan con su entorno, a través de usos y costumbres propios. Al acercarse a ellos capta su identidad a través de lo cotidiano, en unos años en los que Latinoamérica estaba sumida en profundos cambios sociales. Nuevas modas, nuevos materiales (plásticos en vez de cerámica, telas industriales en vez de telar) fueron algunos de los que registró.

Dictaduras o guerras civiles eran el marco de muchos de los países que recorrió. En ellos, la pobreza y los grandes problemas de vivienda y transporte aparecían como consecuencia de esa realidad histórica que no se abordaba directamente, pero que sí aparece de forma más sutil en muchas de sus imágenes, como, por ejemplo, en los retratos de personas que transportan a duras penas sus artesanías, con los medios más precarios, la mayoría de las veces usando el propio cuerpo. Por ello, su mirada, aquella con la que había sabido revolucionar la fotografía de calle en España, muestra en esta ocasión la realidad social y cultural americana en la década de 1970.

La elocuencia de la imagen. Català-Roca en América ha sido producida por el Ministerio de Cultura.