Para realizar este ambicioso trabajo curatorial, el Centro le facilitó un inventario de casi seiscientas páginas y cerca de 1.450 obras: «Durante el proceso de enfoque y desenfoque, de cómo abrir la lente para captar la diversidad en la colección, surgió el desafío de cómo establecer diferentes energías que se nutrieran y mezclaran, creando un cuerpo propio para esta exposición».

Jimena Blázquez Abascal, directora del CAAC, destaca que «Alberto ha enfrentado el desafío de abrir la lente para capturar la diversidad y establecer una energía coherente que nutra y mezcle las piezas de la exposición. Con esta carte blanche, ha juzgado mundos, acciones y plasticidades, ordenando, midiendo y ajustando elementos para conferir una identidad propia a esta selección».

Jimena Blázquez, directora del CAAC, y Alberto García-Álix.

La muestra incluye en torno a los 250 obras. Para el comisario, la identidad de estos fondos y su rasgo más distintivo radica en la variedad de propuestas visuales, en su eclecticismo. Los autores son totalmente dispares entre sí: «Sin embargo, la diversidad es siempre vital como punto de encuentro. Es riqueza cultural e historia compartida. Cristina García Rodero, María Cañas, Pierre Gonnord, Agustín Parejo School, entre otros, fusionan sus alientos con los de Ana Mendieta, Lotty Rosenfeld, Rogelio López Cuenca, Nan Goldin y demás autores de la colección, mostrándose complementarios entre sí, pero todos diferentes y vivos, dando fe de paternidad con sus obras. Lo diverso es energía, compromiso y orgullo. Esta virtud se destila en muchas de las obras, por ejemplo, en una de las joyas de la colección, la fotografía documental del colectivo AFAL. Casi todos los fotógrafos españoles somos deudores de sus miradas. Mestizaje como moderna contemporaneidad».

García-Alix considera a la colección «un espejo donde mirarnos en las múltiples facetas de nuestra vida y sociedad. Vemos la metrópoli, la política, el paisaje social y lo humano. Hay inclusión y tolerancia, radicalidad y feminismo» y que «mostrar la calidad y la variedad de sus artistas es una reafirmación del presente y una apuesta de futuro. Hasta aquí y desde aquí, la colección crecerá, subsanará sus carencias y seguirá dejando su impronta en la historia y en la divulgación del arte contemporáneo».

Esta exposición completa las ya realizadas por el CAAC sobre escultura, pintura y obra en papel, introduciendo la fotografía como elemento vertebrador para enriquecer el eje clásico de la práctica museística.

Vibración visual y cromática

Alberto García-Alix

«La búsqueda de crear una vibración visual y cromática de la colección se estableció como premisa para descubrir, clasificar y acercarse a temáticas recurrentes: arte de comportamiento e imágenes sociales del cuerpo, la construcción social del paisaje, prácticas de archivo, memoria y política, fotomontajes, apropiacionismo, AFAL, entre otros. Este viaje curatorial ha sido un desafío constante de cómo fusionar perspectivas tan dispares. Cada obra de la colección me interpela y ha exigido una lectura cuidadosa. Debo comprender su mensaje y su contexto. Tras estudiarlas y repasarlas cien veces, me hice mil preguntas. ¿Qué se pretendía con cada obra? ¿Cómo posicionar a los autores? ¿Cómo abordar con todos ellos una narrativa expositiva? En un primer momento, traté de hilarlos y me preguntaba qué hilo conecta a Joan Fontcuberta con Daido Moriyama. ¿Cuál es el punto de encuentro entre Hermann Nitsch y Miguel Trillo? ¿Y el desencuentro? Reflexioné mucho sobre cómo estructurar la exposición, incluso llegué a pensar en hacer una selección muy reducida y desmembrar su cuerpo para encontrar su esencia. Sin embargo, comprendí que, si no mostraba el máximo posible, perdería el objetivo principal: dar a conocer la colección».