Comisariada por Natàlia Chocarro, directora de Proyectos Externos de la Fundació Vila Casas, la muestra ha sido concebida para el CGAC, que acoge por primera vez la obra de esta artista catalana. «A la vez reflejo y refugio del mundo exterior -explica la comisaria-, los paisajes de Mayte Vieta nos invitan a suspender el presente y a adentrarnos en una realidad paralela; una realidad ingrávida donde el tiempo se ralentiza, el instante se alarga y el sujeto deviene uno con la naturaleza. Adentrarse en su obra es equiparable a penetrar en las aguas profundas del océano. Cuanto más nos alejamos de la superficie, más espacio cedemos a la imaginación y a ese estado privilegiado que es la ensoñación».
Con unas influencias que abarcan desde Milan Kundera hasta Simone Weil, Vieta reflexiona sobre las contradicciones de la experiencia humana mediante instantáneas que capturan la complejidad del espectro de nuestras emociones, pensamientos y vivencias. Como destaca Chocarro, «sus obras redefinen la relación entre contrarios con la coherencia que solo los sueños contienen».
La artista crea con sus piezas atmósferas oníricas en cuya realidad paralela coexisten gravedad e ingravidez, y donde las fronteras entre lo apacible y lo trágico se desdibujan para sugerir estados de ánimo que en su ambigua intensidad integran estos opuestos. Sus paisajes, compuestos por no-lugares de silencio y quietud, hablan de la suspensión del presente y de la inmersión en un nuevo universo gravitacional, donde el tiempo se ralentiza, el instante se alarga y el sujeto deviene naturaleza.
«Planteada como un refugio del mundo exterior, esta muestra -señala su comisaria- expresa una forma de felicidad compleja que contiene sentimientos encontrados de plenitud y de fuga. Al sentimiento de plenitud lo acompaña una extraña percepción de melancolía, una especie de estupor ante la dimensión inconmensurable de la naturaleza, que tanto acaricia como oprime».
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Adentrarse en el mar
«Planteada como una reflexión en torno a la fragilidad, la solitud, el paso del tiempo, la memoria, la felicidad y el dolor, El sonido del mar nos invita a practicar la atención a través de un arte intimista e introspectivo que reconduce nuestra mirada hacia el interior. La exposición ha sido concebida por la artista como un encuentro con la naturaleza y con la propia subjetividad, invocando la experiencia que todos hemos compartido alguna vez de adentrarnos en el mar, que todo lo acalla para dar voz a nuestra interioridad más latente».
(Natàlia Chocarro)