Este centenario es una buena excusa para revisitar el movimiento al que el texto dio origen, quizá el más popular de las vanguardias del siglo XX. Con este propósito, la muestra revisa, con la claridad que otorga el paso del tiempo, la concepción tradicional sobre él a la luz de la dispar recepción y reinterpretación de los postulados de Breton en los distintos lugares y entre los distintos artistas que se adhirieron al movimiento.
Estas lecturas diversas dieron lugar a «otros surrealismos», aproximaciones al movimiento «canónico» determinadas en gran parte por la distancia geográfica con respecto al París donde vio la luz, o por aspectos concretos, como el papel que el grupo surrealista otorgó a las mujeres. La muestra, por tanto, toma como punto de partida el Manifiesto del surrealismo para revisar, a través de más de doscientas obras, algunos de los aspectos clave del surrealismo.
Como señala Estrella de Diego, comisaria de la exposición, se puede hablar de la existencia de un surrealismo «canónico», el vinculado a uno de los más extraordinarios escritores franceses, André Breton, y cuyo inicio oficial se cuenta tras la publicación del mencionado Manifiesto; y también de «otros surrealismos», como los nacidos en la periferia de París —epicentro de la vanguardia durante los años veinte y treinta del siglo pasado—, por ejemplo en España y países de América Latina, que pueden ser estudiados como casos particulares en cuanto a la recepción del movimiento canónico, y que, además, cuentan con rasgos propios; o el de los artistas belgas, que fueron de los primeros en enfrentarse a las ideas de Breton y su primacía.
Con el fin de ilustrar esta duplicidad, la exposición muestra, por una parte, la obra de los grandes artistas vinculados desde siempre al surrealismo canónico (René Magritte, Max Ernst, Salvador Dalí, Paul Delvaux o Yves Tanguy); y, por otra, el trabajo de otros creadores, muchas veces no tan conocidos —o no relacionados por lo general con el grupo—, que ponen de manifiesto la riqueza de respuestas e interpretaciones que surgieron a la luz del surrealismo canónico.
Así, la muestra pone de relieve que, pese a su situación periférica respecto a los centros de la vanguardia europea, nuestro país no sólo contribuyó al movimiento con alguno de sus protagonistas más destacados sino también con otras relevantes figuras pero mucho menos conocidas. También aborda cómo fue reinterpretado en los países latinoamericanos, así como la destacada aportación al movimiento de las mujeres artistas.
Los grandes temas y estrategias
La muestra se estructura en torno a varios bloques temáticos. El primero de ellos presenta la tesis de la exposición a través del estudio de diversas lecturas del surrealismo, determinadas por la cercanía o lejanía a los postulados de Breton. A partir de aquí, a lo largo del recorrido se propone una reflexión sobre los grandes temas y estrategias que preocuparon al grupo: el sueño, el deseo, el automatismo psíquico, las relaciones con la naturaleza, la nueva visión de la ciudad, el cosmos, la alquimia y otros ingredientes de este movimiento, en origen literario, que se extendió internacionalmente a casi todos los campos de las artes visuales: la fotografía, el cine, la pintura…
Dos claves
I. España y América Latina. En los años veinte y treinta del siglo XX, nuestro país se encontraba culturalmente al margen de centros de la vanguardia artística europea como París. Sin embargo, y pese a ello, fue cuna de algunos de los más representativos nombres del surrealismo: Salvador Dalí, Luis Buñuel, Óscar Domínguez o Joan Miró. Otros artistas españoles que conocieron el movimiento a través de las revistas del grupo o de testimonios de allegados a Breton y su círculo no han sido reconocidos como se merecen. Es el caso, entre otros, de Nicolás de Lekuona, José Alemany, Maud Bonneaud, Ángel Planells, Joan Massanet, Delhy Tejero o Amparo Segarra.
Un caso similar al de España es el de gran parte de América Latina, donde, más allá de México, países como Argentina o Brasil, en muchos casos centros de acogida de artistas que escapaban de la Guerra de España y la posterior dictadura, o del nazismo, propusieron interesantes lecturas «surrealizantes». Así, los nombres de Raquel Forner, Maria Martins, Horacio Coppola, Antonio Berni, Lino Enea Spilimbergo o Grete Stern nos hablan desde una periferia en la que los ecos del surrealismo tuvieron una gran repercusión.
II. Mujeres surrealistas. En 1985, la historiadora Whitney Chadwick publicaba el primer libro sobre mujeres surrealistas. Habían pasado muchos años desde el nacimiento del movimiento y, a pesar de que fueron numerosas las artistas adscritas al grupo, Breton, que en su manifiesto de 1924 las describe como «bellas y sin nombre», se limitó a otorgarles el papel de médiums —de lo inconsciente en estado puro, de guías—, un rol, en apariencia, de privilegio, que ha terminado siendo un mero vehículo de exclusiones.
Las mujeres más alejadas de París, epicentro del surrealismo, han sido, por otra parte, las últimas en ser incorporadas a la cartografía del movimiento. Sin embargo, fueron muchas, la mayoría completamente relegadas por el propio movimiento, pero que poco a poco van logrando ocupar el lugar que merecen: Gala —que tomó el apellido de su compañero—, Remedios Varo, Maruja Mallo, Leonora Carrington, Grete Stern, Jane Graverol, Maria Martins, Amparo Segarra, Toyen, Rita Kernn-Larsen, Ithell Colquhoun y otras tantas que esta exposición quiere reivindicar.
En concreto, la muestra incluye el trabajo de 35 creadoras, en un intento de devolverles el lugar que les corresponde por derecho propio en la evolución del grupo surrealista. Para llamar la atención sobre este hecho, cada una de las secciones del recorrido comienza con la obra de una mujer, de modo que, cien años después, cada una de ellas adopta y reinterpreta, literalmente, ese papel de guía o médium que les había otorgado Breton.
Entre esas creadoras relegadas a un cierto olvido, Estrella de Diego destaca a Maruja Mallo, «una artista que si hubiera nacido en otro lugar sería, como en justicia le corresponde, mucho más conocida internacionalmente».
Proyecto internacional
1924. Otros surrealismos forma parte de un ambicioso proyecto internacional que ha dibujado un concepto nuevo de exposición itinerante, con reinterpretaciones adaptadas al contexto cultural e histórico de cada una de sus cinco sedes: Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica, Centre Pompidou (donde se exhibe hasta el 13 de enero de 2025), Fundación MAPFRE, Kunsthalle de Hamburgo y el Museo de Arte de Filadelfia.
Así, en Bruselas, donde comenzó este recorrido, se profundizó en los vínculos entre el surrealismo y el simbolismo; en París se hizo especial hincapié en sus carácter multidisciplinar y se evocaron las figuras literarias que inspiraron el movimiento y los principios poéticos que estructuraron su imaginario; en Madrid se presta especial atención a los artistas españoles e hispanoamericanos y en el papel de la mujer en el movimiento; en Hamburgo se subrayarán sus conexiones con el romanticismo, y en Filadelfia, donde concluirá el periplo, se centrará en los eventos surrealistas en América, especialmente en América Latina.
En 2025, Fundación MAPFRE cumple 50 años, medio siglo en el que ha invertido más de 1.140 millones de euros en mejorar la vida de las personas, especialmente las más vulnerables, con actividades que han proporcionado salud, educación y cultura a cerca de 180 millones de personas.
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Periplo
– 12 de junio – 12 de octubre de 2025. Kunsthalle de Hamburgo, Alemania. Comisaria: Annabelle Görgen-Lammers.
– Finales de 2025 – principios de 2026. Museo de Arte de Filadelfia, Filadelfia, Estados Unidos. Comisario: Matthew Affron.
1924. Otros surrealismos
Estrella de Diego, comisaria
Existe un surrealismo canónico, el relacionado con uno de los más extraordinarios escritores franceses, André Breton, que se inició de manera oficial en París con la publicación del Primer manifiesto del surrealismo en 1924. En él se esbozaban puntos esenciales de uno de los movimientos teóricos, visuales y literarios con mayor y más prolongada fortuna crítica, diseminados asimismo a través de las revistas asociadas al grupo, entre ellas Minotaure. El sueño y el deseo, el pensamiento automático y los objetos encontrados, la videncia y la alquimia, las nuevas relaciones con la naturaleza o la visión de la ciudad como el más preciado objeto surrealista conforman un universo fascinante hacia el cual también muchos creadores alejados de París —física o metafísicamente— miraban con curiosidad y anhelo. Un universo que, no obstante, estaba asimismo estrictamente gobernado por Breton, quien incluía y excluía a su antojo del movimiento a los diferentes actores —un caso célebre es la expulsión de Dalí.
Pero hay otros surrealistas, como los que trazan las geografías alternativas de Le Monde au temps des surréalistes, publicado en 1929 en la revista Variétés, del grupo surrealista belga, uno de los primeros en enfrentarse a los postulados de Breton. Ese mapa, que revisa el concepto de «centro» y «periferias», parece una excelente manera de acercarse a aquellos lugares apartados del centro (París) por su lejanía bien física, bien derivada de su circunstancia histórica. ¿Qué ocurrió allí donde Breton solo se hizo presente a través de artistas aislados que hacían de correa de transmisión de lo que sucedía en París o donde los ecos llegaron solo a partir de revistas, de noticias sueltas? ¿Se pueden o se deben respetar las estrictas reglas bretonianas en cuanto a quienes se incluyen o se excluyen del grupo? Y sobre todo, ¿cómo definir los surrealismos —ya en plural— cien años después del Primer manifiesto?
En este sentido, España puede ser un excelente caso de estudio para acercarse a esos otros surrealistas. Nuestro país contó con focos muy potentes como la Residencia de Estudiantes en Madrid, la Exposición Logicofobista celebrada en Cataluña en 1936 o el foco de Tenerife, cuyo papel en el movimiento es incluso anterior al viaje de Breton a Canarias en 1935. Desde España, en efecto, se releyeron muchos presupuestos canónicos y se ofrecieron nuevas lecturas, tal y como ocurrió en América Latina. Esos artistas españoles —igual que otros alejados de París— han sido muy ocasionalmente definidos como «surrealistas» porque nunca estuvieron en el ámbito de influencia de Breton.
Esta misma disidencia es la que encontramos en las mujeres cercanas al grupo, quienes nos ofrecen la posibilidad de releer el surrealismo desde esos «otros surrealismos» y su complejo mapa de relaciones. Ellas, que irán recibiendo la antorcha de manos de la guía primera del recorrido de la exposición, Gala Dalí, nos iluminarán el camino en cada una de las secciones.
Las puertas entreabiertas de Marcel Jean, mitad escenario del sueño, mitad posibilidades infinitas para nuevas lecturas, dan la bienvenida.