La muestra, organizada en colaboración con el Museo Rodin de París con motivo del centenario de la muerte del artista, incluye más de 150 obras —entre ellas 30 dibujos que pocas veces se han presentado al público y numerosas esculturas restauradas para la ocasión— con las que el visitante puede sumergirse en la historia fascinante de esta obra maestra en la que Rodin recreó una visión espectacular del Infierno, llena de exaltación y de tormentos.
La puerta del Infierno es la obra central que atraviesa toda la carrera de Rodin. En 1880, siendo todavía un artista poco conocido, el escultor recibe del Estado francés el encargo de diseñar una puerta monumental destinada a un futuro museo de artes decorativas. Durante cerca de diez años se entrega a la tarea con pasión, inspirándose primero en la Divina comedia de Dante Alighieri y después, cada vez más, en Las flores del mal de Charles Baudelaire. Trabajando tanto la dimensión arquitectónica de la Puerta (bajorrelieves, pilastras, elementos decorativos) como los personajes que se encuentran en su superficie, Rodin crea formas inéditas para expresar las pasiones humanas.
Los numerosos grupos de figuras de condenados que Rodin dibuja, modela y junta constituyen un verdadero repertorio de formas, que el artista reutilizará hasta el final de su carrera, con una inventiva siempre renovada. Muchas de sus obras más conocidas proceden de este ímpetu que propulsa a Rodin al primer plano de la escena artística, empezando por El pensador, El beso, Ugolino, Danaide y Las tres sombras. La lectura de La puerta del Infierno arroja luz sobre toda la obra de Rodin. En ella se condensan sus indagaciones estilísticas, y es el punto de partida de muchas variantes, realizadas con sus técnicas preferidas: fragmentación, reunión, ampliación, reducción, repetición…
Rodin, fascinado por el cuerpo (dolorido, violento o erótico), dibuja, modela y retoca sin cesar sus creaciones anteriores para captar y expresar todos los arrebatos del alma. La presentación excepcional de muchos dibujos, a menudo con anotaciones de Rodin, mostrará esta indagación de la composición y el movimiento.
Dante y Baudelaire
Cuando Rodin recibe el encargo de una puerta decorativa en 1880, todavía es un artista poco conocido que ha pasado la mayor parte de la década de 1870 en Bélgica y ha tenido que batallar para exponer su primera gran figura, La edad de bronce, en el Salón de 1877. Edmond Turquet, subsecretario de Estado de Bellas Artes, quien le había apoyado para el encargo de un ejemplar en bronce de La edad de bronce, le encomienda en esta ocasión un «modelo de una puerta decorativa» adornada con «bajorrelieves que representen la Divina comedia de Dante», según los términos del decreto firmado por el ministro Jules Ferry el 16 de agosto de 1880. Esta puerta estaba destinada a la fachada de un museo de artes decorativas que el Estado quería crear en París, siguiendo el ejemplo del South Kensington Museum de Londres (actual Victoria and Albert Museum).
En un principio Rodin se inspira esencialmente en el texto de Dante. Al igual que muchos artistas antes que él, está fascinado por el Infierno, la primera parte de la Divina comedia, en la que Dante describe su recorrido por los nueve círculos que forman las regiones infernales.
Guiado por el poeta latino Virgilio, quiere encontrarse en el Paraíso con su amada Beatriz. Rodin se da a la tarea con frenesí, tratando de plasmar sus ideas con el dibujo y el modelado. Medita la composición global de su obra y al principio imagina una puerta formada por cuarterones yuxtapuestos con paneles esculpidos en bajorrelieve, como muestran las dos primeras maquetas modeladas y varios grandes dibujos de conjunto.
A mediados de la década de 1880, Rodin encuentra una nueva fuente de inspiración en Las flores del mal de Baudelaire: la sensualidad, los temas del amor fatal y de la tentación se mezclan con el sustrato dantesco. Rodin comienza entonces a tomarse otras libertades bajo la influencia cada vez más clara de Las flores del mal, que se entremezcla con la de Dante. Aparecen nuevos asuntos, otros cobran mayor importancia: los sentimientos dolorosos se matizan con expresiones más ambiguas y las nociones de sensualidad y seducción irrumpen en pleno Infierno. Esta inflexión proyecta La puerta del Infierno hacia lo universal, mucho más allá de los círculos dantescos. Este nuevo carácter hace que la crítica simbolista se apasione por ella y la vea como la obra emblemática de la atmósfera «fin de siglo».
La Puerta revelada
Durante el periodo de intensa actividad creativa iniciado en 1880, Rodin creó un amplio repertorio de varios cientos de formas. El escultor no las incluyó todas en La puerta del Infierno, o no lo hizo inmediatamente, pero desde entonces y hasta el fin de su actividad reutilizó figuras, grupos y fragmentos para sus creaciones posteriores.
Los primeros ejemplos fueron simplemente aislados y realzados colocándolos sobre una base (pedestal, roca, zócalo…) para poder exponerlos, en yeso o traducidos en otro material como el bronce o el mármol. A otros se les ensambló algún elemento (cabeza, brazo, pierna, figura entera, etc.) para crear una obra nueva; y otros, desde finales de la década de 1890, se aumentaron o redujeron, enteros o fragmentados, modificando así profundamente su presencia ante el espectador, hasta el punto de que en estos casos se deben considerar como versiones completamente nuevas de obras antiguas.
En 1898, Rodin se decide por fin a montar su obra maestra, con la intención de exponerla en una gran retrospectiva de su obra que preparaba coincidiendo con la Exposición Universal de 1900. Para ello tiene que realizar un ejemplar completo, en el que sus vaciadores trabajan durante todo un año, de junio de 1899 a junio de 1900. Pero lo que expone al final es una extraña Puerta del Infierno despojada de las figuras y los grupos que deberían poblar su superficie. Se desconoce los motivos concretos que le llevaron a montar su Puerta en semejante estado. El yeso expuesto en 1900 se guardó después en el estudio del Depósito de Mármoles, y más tarde se llevó a Meudon. En los primeros años del siglo XX, Rodin todavía hizo algunas pequeñas modificaciones, pero sin cambiar la estructura ni los principales elementos.
En sus últimos años de vida, Rodin, y con su aprobación Léonce Bénédite, primer conservador del musée Rodin de París, mandó hacer un nuevo ejemplar completo de la Puerta a partir de los moldes fabricados en 1899 para preparar la exposición de 1900. Este yeso, expuesto en el Musée Rodin hasta mediados de la década de 1960, está hoy en depósito en el Musée d’Orsay. Se puede considerar que corresponde al estado de la Puerta alcanzado por Rodin hacia 1890, con la intención inicial de mostrarlo así en 1900, y sirvió de referencia para los ejemplares fundidos en bronce después de la muerte del artista.