Muchos de los elementos que imprimen un sello distintivo a las obras de Arreguín emanan de sus memorias de Michoacán, su hogar ancestral. Pero la visión de la cultura mexicana y del paisaje de aquel país se entreteje oníricamente con ciertos motivos que el pintor ha ido asimilando a través de su contacto con Asia y otras partes del mundo, incluyendo, lógicamente, el Noroeste del Pacífico de Estados Unidos, donde ha residido desde 1956.
Arreguín ha sido reconocido como el primer pintor en dar expresión a la modalidad conocida como pintura pattern («pintura de diseños»). De hecho, su obra se desarrolla a partir de una temprana experimentación con diseños más o menos abstractos, frecuentemente basados en motivos y patrones primitivos provenientes de la cultura popular mexicana: azulejos, cerámica, textiles, máscaras indígenas, etc., que después ha ido integrando una mezcla más elaborada de elementos del mundo natural y del ámbito mágico, en combinación con la figura humana.
Naturaleza amenazada
Los cuadros más reconocibles de Arreguín son los de la serie denominada selvas, los cuales representan la exuberante vegetación, la flora y la fauna de los bosques pluviales; el mundo natural amenazado por la constante intrusión del mundo moderno y el avance arrollador de la civilización.
Esta preocupación del pintor se vincula orgánicamente con la que expresa en las pinturas enfocadas en el paisaje del Noroeste del Pacífico, incluyendo algunas especies animales que, como ciertas variedades del salmón, están en peligro de extinción debido a los efectos de la expansión urbana y ciertos intereses comerciales.
Este tema se continúa en los llamados íconos, con los que Arreguín les rinde homenaje a una variedad de artistas, figuras históricas y activistas comprometidos con las causas sociales: la pintora Frida Kahlo, el héroe revolucionario Emiliano Zapata y el dirigente sindical chicano César Chávez.
Por último, las madonas son otra serie con la que Arreguín expresa sus inquietudes sociales, a la vez que despliega su espléndida técnica. Si bien es cierto que estas imágenes también vinculan al artista a su cultura materna, ellas no son representaciones devotas. Como él mismo ha declarado, las pinta “no con propósitos religiosos, sino para expresar, en un sentido espiritual, la necesidad de proteger el bosque pluvial”.